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Prefiero llamarlo de dos maneras que son realistas, terrenales y crudas, como debe
llamarse: "Solución al Problema Judío”, tal y como lo denominaron los propios nazis
durante y después de la Conferencia en la Mansión de Wannsee, en Berlín, donde se echó a
andar la maquinaria de lamuerte; o sino llamarlo también "genocidio”. Y no considerarlo
solamente un asunto que compitió únicamente a los judíos europeos, sino también a los
gitanos, enemigos políticos del Tercer Reich, prisioneros rusos, negros del ejército
estadounidense, homosexuales y todo aquel que no fuera compatible con la ideología
nacionalsocialista creada y ejecutada por Adolf Hitler y su camarilla. Como vemos, el
término genocidio nazi es más amplio y tiene que ser justo con la realidad de lo acontecido
y la verdad.
Y como el mundo es una balanza, son dos polos que se anteponen en ambos
extremos, según decía Kant… "la tesis y la antítesis”, hay que reflejar con toda claridad la
enorme cantidad de presos alemanes que murieron entre 1945 y 1947 en los enormes
campos de concentración hechos por los Aliados una vez finalizada la guerra. Más de un
millón de alemanes murieron lentamente de frío, enfermedades y hambre, pues así lo
decidieron los ingleses, norteamericanos, ruso-soviéticos y franceses, ganadores de la
contienda armada. Pero eso es parte de la maldición de las guerras, la inhumanidad que
habita en los cuerpos, almas y mentes de los seres humanos, quienes combaten siempre en
pos de una quimera, de una utopía tan grande como la misma barbarie que están
cometiendo al sostener las armas en sus manos. Porque la guerra es eso… barbarie,
estupidez, irracionalismo al poner frente a frente al hombre contra el hombre, para
aniquilarse mutuamente.
Pero "recogiendo el guante” que constantemente nos lanzan los judíos a los
historiadores y cronistas de la prensa, tenemos que afirmar que el centro de exterminio
llamado Auschwitz, está ahí, en Cracovia, Polonia. Es quizás el museo al aire libre más
grande del mundo y el más tétrico. He estado ahí innumerables veces y no sé si por ese
morbo tan natural que poseo o porque mi parte de necrofilia así me lo exige; lo cierto es
que el sitio es sobrecogedor. Y en uno de sus patios, de manera poco visible, pues es un
aparato que se nota fue rápidamente construido y por ello peca de insignificante, está el
cadalso donde fue ahorcado uno de los comandantes de Auschwitz, llamado Rudolf
Ferdinad Höss. En mi caso, siempre hice un alto ante tal sitio por varios minutos, pues se
trata de un personaje que nunca más se va a repetir en la historia de la humanidad, debido al
triste papel que le correspondió vivir, ordenando el destino final de más de 2,5 millones de
prisioneros.
Auschwitz tiene un umbral que se puede ver desde lejos y que también impresiona.
Es un dintel enorme, con una gran puerta siempre abierta que atraviesan las vías
ferroviarias que se internan en los grandes y espaciosos patios del campo de concentración.
Ahí, al final, en los andenes, los jefes alemanes y médicos, iban separando mujeres de sus
esposos, de sus niños, de sus padres, abuelos y tíos. Unos para trabajar y los otros para
pasar directamente a las cámaras de gas. Auschwitz existió y sus vestigios, sus edificios
tétricos están ahí, en Polonia, y no nos dejan mentir. Los revisionistas, especialmente
suramericanos, dicen que dicho campo de exterminio fue creado por los soviéticos y es una
versión tan estúpida, como infantil, descabellada e ilógica. Antes de la contraofensiva rusa,
los aviones de reconocimiento de los Estados Unidos, habían fotografiado las instalaciones
y guardado esas fotos en los archivos del Pentágono, en Washington.