Title of the section
3
Tras la batalla de Avárico, Vercingetórix, que estaba a unos cuántos miles de pasos de la ciudad se retiró a la capital de los avernos, Gergovia, una ciudad situada en una colina de difícil acceso, y protegida por un muro, y doscientos mil soldados galos. César tomó seis legiones y marchó hacia Gergovia, pero se encontró con que Vercingetórix había quemado todos los puentes que había sobre el río Liger, por lo que se le dificultaba el acceso a Gergovia, ya que en caso de querer construir un puente, sería destruido por las tropas galas que estaban al otro lado del río, cerca de Gorgobina. Entonces, César, envió a la mitad de su ejército hacia el sur, para que el enemigo piense que se estaban retirando. Al ver esto, los galos marcharon hacia el sur para impedir que construyan un puente allí. Entre tanto, César y la otra mitad del ejército construyeron un puente y cruzaron el río. Al día siguiente, cuándo los galos se enteraron, fueron a enfrentarlo, dejando paso por el río a la otra mitad de los romanos. Al saber que estos también estaban de ese lado del río, huyeron a Gergovia. Cuándo César llegó a Gergovia, instaló dos campamentos, uno al pie de la cuesta y el otro en la mitad de esta. César esperaba recibir ayuda de sus aliados heduos, pero resultó que su magistrado Divicíaco había muerto y que el nuevo no era muy capaz. Sus enemigos políticos decidieron aliarse a Vercingetórix e inventaron que César había asesinado a algunos nobles heduos, y les dijeron a los refuerzos que debían llevarle a Vercingetórix la cabeza de César, pero cuándo los heduos se acercaban, este, a través de espías se enteró de lo planeado, y marchó hacia el campamento heduo con los nobles que según decían algunos, él había asesinado. Al ver que estos estaban vivos, se disculparon ante César y se le unieron.