Juntos eran pura alegría y se
completaban. Uno tenía Cero
tolerancia al alcohol, pero con Cero
se podía tomar una cerveza cero por
su aniversario, aunque para eso
tuviesen que inventarse una fecha
cero en el calendario.
Y menos uno no pretendía darle valor
a cero poniendo comas entre ellos.
Menos uno no tenía complejos, y
cuando hacían el amor, a menos uno
le encantaba estar bajo cero.
Y uno, una vez, más se volvió a
quedar solo, separado como una
unidad.
Cero era algo cerrado y le costaba
representar textos pero, junto a Uno,
hacían el perfecto código binario.
Sin cero, su vida se consumía como
una vela. Sin cero, el tiempo en el
que hacia mella…
Eran los dígitos del barrio y
procesaban su amor a diario, pero
Uno no sabe lo que tiene hasta que lo
pierde, así que Uno perdió a Cero.
Y uno empezó a contar pero sin cero,
se olvidó de los besos de cero, del
sexo con cero, de los celos de cero…
Y para cuando uno se dio cuenta,
cero ya contaba de la mano con
menos uno, que a pesar de ser algo
negativo le trataba como una reina.
Y uno empezó a contar, pero sin
cero.
Uno se olvidó de cero y le dijo adiós.
Uno se olvidó de cero y tal vez hasta
del amor, y empezó a cantar hasta lo
que más miedo le daba: hasta el
infinito.
A cero le gustaba que menos uno
fuera original, tener un hueco en
menos uno, un guion con el que
podían jugar.
Cero le gustaba que menos uno no
fuese uno más, que menos uno no
fuese ordinal. ... o tal vez solo hasta dos.
Que fuese justamente competitivo y
que cuando jugasen al uno, menos
uno no le dejasen ganar. :
Cero sentía que a diferencia de uno,
menos uno si le trataba como un
número de verdad.
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