Los niños son testigos de los más atroces actos
Fotografía de Salma Zuraya Alegría Libien
No te vayas
que me viene a ver
la señora blanca, mamá.
Viene y me habla
de que hay de lejitos
una noche sin mañana.
De lejitos conmigo
y cerquitas de ti.
Respírame un delirio,
por si mañana no despiertas, mamá,
cántame a dormir o a llorar,
cuéntame nadando en un lago de sueños,
el cuento de mi vida a fin de siglo.
Y yo le cantaba a la señora macabra
en el espejo:
—Esa no la quiero por fea y mechuda,
parece una bruja
que no me vio nacer. —
Ya llegará
esa niña que guste más.
—A esa me la llevo por linda
y hermosa, parece una rosa,
que acaba de florecer. —
Me gustaba la palabra 'cálido'
en sus labios,
pero sus ojos no.
Miríadas de peces
nadando
por encima de la montaña
en su mirada,
lloviendo de su cara.
Verdades nebulosas,
verdades celestes,
verdades neblinas,
verdades picoteadas
por las aves.
A esa niña yo la quiero
porque me daba marihuana.
Canción de cuna
Ricardo Cabral