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Desarrollo socioemocional, de la identidad y la moral
bal (insultos, increpaciones, gritos,
motes), física (golpes, aspavientos,
esputos, empujones), psicológica
(disminuir la autoestima de otros,
causar complejos en los demás, ha-
cer sentir inseguros a otros) y social
(aislar a un individuo de los grupos
sociales, atentar contra normas y va-
lores grupales).
No podemos dejar de mencionar
el fenómeno bullying, habitual sobre
todo en los últimos cursos de la edu-
cación primaria y en la secundaria.
Se trata de una conducta agresiva,
intencionada y perjudicial entre es-
colares movida por un abuso de po-
der y dominación sobre el otro, con
cariz intimidatorio y persistente en el
tiempo. Se da una dinámica agresión-
victimización bajo presión física o
psicológica, donde bajo una presión
de grupo (directa o indirecta) se llega
a una situación de miedo.
5.1.3. Conducta prosocial y empatía
Al igual que la agresividad, la
prosocialidad tiende a ser un atributo
estable. El predominio por géneros
es superior en las mujeres, en todas
las edades. Las conductas prosociales
aumentan a medida que niñas y niños
se hacen mayores.
Las razones que estimulan es-
tas conductas son sociales (proceso
de socialización, interacción con los
otros), afectivas (el desarrollo de la
capacidad de reconocer las emocio-
nes de los otros, empatía) y cogni-
tivas (desarrollo del razonamiento
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moral-prosocial y la capacidad de
adoptar perspectivas de los demás).
La educación moral se preocu-
pa por estas cuestiones, intentando
fomentar en los niños la predisposi-
ción a la conducta empática y proso-
cial frente a la conducta agresiva y
egocentrismo. Pero existe un eje en
discordia que es el carácter, cada vez
mayor en nuestra sociedad, de buscar
la competición más que la coopera-
ción o entendimiento, lo que lleva a
situaciones de conflicto y agresivi-
dad.
La empatía es un estado interno
de identificación o entendimiento de
la situación que padece otro que no
soy yo. Implica, pues, un estado emo-
cional iniciado y marcado por indi-
cios expresivos de otro. Es, a partir
de los 6-7 años de edad, que los niños
empiezan a estar preparados para ver
y pensar como lo haría otro, com-
prendiendo situaciones globales que
no le afectan directamente: pobreza,
enfermedad, etc. Será muy decisiva
en este caso la labor del educador más
cercano, que no es sino su familia,
la que sirva de modelo de respuesta
empática ante situaciones dadas. El
niño aprende, entre otras formas, por
imitación y a estas edades ve como
referente al adulto más cercano, por
lo que padres, madres y hermanos o
hermanas serán decisivos en su apre-
hensión de situaciones y reacción de
empatía.
En las últimas décadas se ha
acrecentado el interés por demos-