-No sé... pero algo va a pasar. Que es una cosa buena no puedo dudarlo... La Virgen me dijo
anoche que hoy me consolaría... ¿Qué es lo que tengo?... ¿Esa Señora celestial anda alrededor
de mí? No la veo, pero la siento, está detrás, está delante.
Pasó por junto a las máquinas de lavado en dirección al plano inclinado y miraba con
despavoridos ojos a todas partes. No veía más que las figuras de barro crudo que se agitaban
con gresca infernal en medio del áspero bullicio de las cribas cilíndricas, pulverizando el agua y
humedeciendo el polvo. Más adelante, cuando se vio sola, se detuvo, y poniéndose el dedo en
la frente y clavando los ojos en el suelo con la vaguedad que imprime a aquel sentido la duda,
se hizo esta pregunta:
-¿Pero yo estoy alegre o estoy triste?»
Miró después al cielo, admirándose de hallarlo lo mismo que todos los días (y era aquél de los
más hermosos) y avivó el paso para llegar pronto a Aldeacorba de Suso. En vez de seguir la
cañada de las minas para subir por la escalera de palo, se apartó de la hondonada por el regato
que hay junto al plano inclinado, con objeto de subir a las praderas y marchar después derecha
y por camino llano a Aldeacorba. Este camino era más bonito y por eso lo prefería casi
siempre. Ha