Marianela 1500000 | Page 129

-Es una crueldad -dijo Teodoro con desesperación, arrojando la mostaza y los excitantes- es una crueldad lo que estamos haciendo. Echamos perros al moribundo para que el dolor de las mordidas le haga vivir un poco más. Afuera todo eso. -¿No hay remedio? -El que mande Dios. -¿Qué mal es este? -La muerte -vociferó con cierta inquietud delirante, impropia de un médico. -¿Pero qué mal le ha traído la muerte? -La muerte. -No me explico bien. Quiero decir que de qué... -¡De muerte! No sé si pensar que ha muerto de vergüenza, de celos, de despecho, de tristeza, de amor contrariado. ¡Singular patología! No, no sabemos nada... sólo sabemos cosas triviales. -¡Oh!, ¡qué médicos! -Nosotros no sabemos nada. Conocemos algo de la superficie. -¿Esto qué es? -Parece una meningitis fulminante. -¿Y qué es eso? -Cualquier cosa... ¡La muerte! -¿Es posible que se muera una persona sin causa conocida, casi sin enfermedad?... ¿Señor Golfín, qué es esto? -¿Lo sé yo acaso? -¿No es usted médico? -De los ojos, no de las pasiones. -¡De las pasiones! -exclamó hablando con la moribunda-. Y a ti, pobre criatura, ¿qué pasiones te matan? -Pregúntelo usted a su futuro esposo. Florentina se quedó absorta, estupefacta. -¡Infeliz! -exclamó con ahogado sollozo-. ¿Puede el dolor moral matar de esta manera? Cuando yo la recogí en la Trascava, estaba ya consumida por una fiebre espantosa. 129