La Nela tembló toda. Golfín observó el sudor de su frente, el glacial frío de sus manos, la
violencia de su pulso; pero lejos de cejar en su idea por causa de esta dolencia física, afirmose
más en ella, repitiendo:
-Vamos, vamos; aquí hace frío.
Tomó de la mano a la Nela. El dominio que sobre ella ejercía era ya tan grande, que la
muchacha se levantó tras él y dieron juntos algunos pasos. Después la Nela se detuvo y cayó
de rodillas.
-¡Oh!, señor -exclamó con espanto- no me lleve usted.
Estaba pálida y descompuesta con señales de una espantosa alteración física y moral. Golfín le
tiró del brazo. El cuerpo desmayado de la