andando a duras penas hasta el dormitorio. Secayó enlacamadeespalda-
sarrastrándomecon él.
Cuando aterrizam os, m i cara estaba a unos centím etros de la suy
a. Su expresión era repentinam ente seria. Se incorporó un poco, casi
besándom e, pero loempujéparaapartarlo.Suscejasseenarcaron.
—Déj alo y a, Trav —dij e.
Me m antuvo apretada contra él hasta que dej é de pelear y luego m e
arrancóeltirantedelvestidohaciendoquesemecayeradelhombro.
—Desde el instante en que la palabra virgen ha salido de esos bonitos
labios tuy os…, he tenido la urgencia de ay udarte a quitarte elvestido.
—Qué m al. Estabas dispuesto a m atar a Parker por lo m ism o hace
veinte m inutos, así que no seashipócrita.
—¡Que se j oda Parker! No te conoce com o y o.
—Venga, Trav. Quítate la ropa y m étete en la cam a.
—Eso te digo y o —dij o ahogando unas risas.
—¿Cuánto has bebido? —pregunté, consiguiendo finalm ente m eter
el pie entre suspiernas.
—Bastante —sonrió m ientras tiraba del dobladillo de m i vestido.
—Probablem ente, m ás de cuatro litros —dij e, m ientras le apartaba
la m ano. Me puse de rodillas en el colchón j unto a él y le quité la cam
isa por la cabeza.
Intentó cogerm e otra vez y le agarré la m uñeca, notando el hedor
acre en el ambiente.
—Jo, Trav, apestas a Jack Daniels.
—Jim Beam —m e corrigió, sin poder sostener la cabeza a causa del
alcohol.
—Huele a m adera quem ada y a productos quím icos.
—Sabe a eso tam bién. —Se rio. De un tirón le desabroché la hebilla
del cinturón y lo saqué de las trabillas. Se rio con el m ovim iento pro-
piciado por el tirón, y luego levantó la cabeza y m e m iró—. Mej or
guarda tu virginidad, Palom a. Sabes que me gusta lo difícil.
—Cállate —dij e, m ientras le desabotonaba los vaqueros y los desli-
zaba caderas abaj o, antes de sacárselos por las piernas. Tiré el vaquero
al suelo y m e quedé en pie con las m anos en las caderas respirando con
fuerza. Le colgaban las piernas fuera de la cam a, tenía los oj os cerrados
y su respiración era profunda y pesada. Estaba dorm ido com o un tronco.