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ibas a acostarte con Travis.
Los jugadores de fútbol que estaban sentados al extremo de nuestra mesa
detuvieron sus risas detestables para escuchar mejor, de manera que llamaron la
atención de los demás estudiantes. Miré a America, pero parecía ajena a toda
responsabilidad y dio un toquecito a Shepley con el hombro.
—Dios, Shep. Sí que lo llevas mal, ¿no? —preguntó Travis, lanzando un
sobrecito de ketchup a su primo.
Shepley no respondió, pero yo sonreí a Travis, encantada por la diversión.
America le frotó la espalda.
—Ya se le pasará. Simplemente necesita un tiempo para creerse que Abby
podrá resistirse a tus encantos.
—No he intentado «encandilarla» —dijo Travis, con aire de ofensa—. Es mi
amiga.
Miré a Shepley.
—Te lo dije. No tienes nada de que preocuparte.
Shepley finalmente me miró a los ojos y, al ver mi expresión de sinceridad,
se le iluminó un poco la mirada.
—¿Y tú? ¿Has estudiado? —me preguntó Travis.
Fruncí el ceño.
—Por mucho tiempo que dedique a estudiar, estoy perdida con la Biología.
Simplemente parece que no me entra en la cabeza.
Travis se levantó.
—Vamos.
—¿Qué?
—Vamos a por tus apuntes. Te ayudaré a estudiar.
—Travis…
—Levanta el culo, Paloma. Vas a clavar ese examen.
Al pasar tiré a America de una de sus largas trenzas pajizas.
—Nos vemos en clase, Mare.
Sonrió.
—Te guardaré un asiento. Voy a necesitar toda la ayuda que pueda
conseguir.
Travis me siguió a mi habitación, y yo saqué mi guía de estudio, mientras él
abría mi libro. Me interrogó implacablemente y después me aclaró unas cuantas
cosas que no entendía. Tal y como él se explicaba, los conceptos pasaron de
confusos a obvios.
—… y las células somáticas se reproducen mediante la mitosis. Y ahí vienen
las fases. Suenan de forma parecida a un nombre de mujer: Prometa Anatelo.
Me reí.
—¿Prometa Anatelo?
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