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—Lo siento… ¿He dicho algo que te ofenda? —Suspiré y negué con la
cabeza—. Entonces, ¿qué problema tienes?
Mantuve la voz baja.
—No voy a acostarme contigo. Deberías dejarlo ya.
Una sonrisa cruzó lentamente su cara antes de hablar.
—No te he pedido que te acostaras conmigo. —Se quedó pensando,
mirando fijamente al techo—. ¿Verdad?
—No soy un clon de Barbie o una de tus groupies de allí —le dije mientras
echaba un vistazo a las chicas de atrás—. No me impresionas con tus tatuajes, tus
encantos o tu indiferencia estudiada. ¿Por qué no dejas ya tus numeritos?
—De acuerdo, Paloma. —Era totalmente inmune a mis cortes—. ¿Por qué no
te vienes con America esta noche?
Me reí de su petición, pero él se acercó más.
—No intento pillar cacho contigo, solo quiero pasar el rato.
—¿Pillar cacho? ¿Cómo consigues acostarte con alguien si le hablas de esta
manera?
Travis se echó a reír, sacudiendo la cabeza.
—Ven y ya está. Ni siquiera flirtearé contigo, te lo prometo.
—Me lo pensaré.
El profesor Chaney entró pausadamente, y Travis volvió la mirada al frente
del aula. Una sonrisa esbozada, que permanecía en su rostro, le marcaba un
hoyuelo en la mejilla. Cuanto más sonreía, más ganas tenía de odiarlo y, aun así,
eso era precisamente lo que me hacía imposible odiarlo.
—¿Alguien sabe decirme qué presidente tenía una mujer bizca que padecía
de feítis aguda? —preguntó Chaney.
—Asegúrate de tenerlo apuntado —susurró Travis—, me hará falta para las
entrevistas de trabajo.
—¡Shhh! —dije mientras tecleaba cada palabra de Chaney.
Travis sonreía, relajado en su silla. Durante el tiempo que duró la clase,
bostezaba o se apoyaba en mi brazo para mirar la pantalla. Traté de ignorarlo con
todas mis fuerzas, pero su proximidad y los músculos abultados de su brazo me lo
ponían difícil. Después, se puso a juguetear con la pulsera de cuero negro de su
muñeca hasta que Chaney nos dejó marchar. Salí corriendo por la puerta y
atravesé el pasillo. Justo cuando ya me sentía a una distancia segura, Travis
Maddox apareció a mi lado.
—¿Te lo has pensado? —preguntó mientras se colocaba las gafas de sol.
Una chica morena se plantó delante de nosotros, con los ojos como platos y
llenos de esperanza.
—Hola, Travis —canturreó, mientras jugaba con su pelo.
Me detuve, intentando esquivar su voz melosa, y se fue andando después
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