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· núm. 62
Relato y
corridobolerochero
por Maricela Gutiérrez
C
orría el año de 1975, era el
mes de diciembre, se acercaba la navidad. Me estaba sintiendo
mal; como siempre tuve lombrices,
no me podía estar quieta, así que
ese día me fui al cine y me quedé
dormida, cuando desperté se me
hizo raro, ya que aunque hubiera
visto más de una vez la película, no
me dormía.
Salí del cine, en el trayecto me
empezó a doler la pierna derecha,
me dio un calambre y se me durmió, seguí caminando y, de pronto,
al atravesar la calle me desmayé.
Un primo que venía detrás de mí
me rescató de un atropellamiento
seguro. Desde chica he tenido hi-
potensión, y sin más trámite le dije
a mi mamá que seguro eso sería lo
que me hizo desmayar, ya que en
algunas ocasiones me bajaba la
presión a niveles no normales.
Al día siguiente, el dolor era más
intenso; la euforia de los regalos y
las ganas de reunirme con Célida y
Vicky hicieron que me olvidara de
los males. No veía que ya se terminara el festejo de la Navidad para ir al día siguiente al ensayo de la
obra “Bodas de Sangre”, que el Padre Sergio nos estaba dirigiendo.
Al iniciar el proyecto era la apuntadora, pero un día una de las artistas no se presentó y Sergio me
conminó a que tomara aquel lugar,
ya que sabía todos los diálogos.
Era un rol pequeño, no expresaba
nada, pero es mejor adelante del
telón que detrás de él. Me sentía
ufana de ser la vecina y la apuntadora de la obra, me tomaron medidas para ajustar el vestido y ya
se me quemaban las habas por que
llegara el día del estreno, que sería
nada más ni nada menos que el 28
de diciembre “Día de los Santos
Inocentes”.
Pero el destino me tenía preparada una jugada. Seguía teniendo dolor y cada vez más fuerte, cabe
decir que mi umbral al dolor es
alto, así que bien machota me seguía aguantando, no quería que