Manzanillo Nativos Boletín 63 | Page 14

14 · núm. 62 Relato y corrido­bolero­chero por Maricela Gutiérrez C orría el año de 1975, era el mes de diciembre, se acercaba la navidad. Me estaba sintiendo mal; como siempre tuve lombrices, no me podía estar quieta, así que ese día me fui al cine y me quedé dormida, cuando desperté se me hizo raro, ya que aunque hubiera visto más de una vez la película, no me dormía. Salí del cine, en el trayecto me empezó a doler la pierna derecha, me dio un calambre y se me durmió, seguí caminando y, de pronto, al atravesar la calle me desmayé. Un primo que venía detrás de mí me rescató de un atropellamiento seguro. Desde chica he tenido hi- potensión, y sin más trámite le dije a mi mamá que seguro eso sería lo que me hizo desmayar, ya que en algunas ocasiones me bajaba la presión a niveles no normales. Al día siguiente, el dolor era más intenso; la euforia de los regalos y las ganas de reunirme con Célida y Vicky hicieron que me olvidara de los males. No veía que ya se terminara el festejo de la Navidad para ir al día siguiente al ensayo de la obra “Bodas de Sangre”, que el Padre Sergio nos estaba dirigiendo. Al iniciar el proyecto era la apuntadora, pero un día una de las artistas no se presentó y Sergio me conminó a que tomara aquel lugar, ya que sabía todos los diálogos. Era un rol pequeño, no expresaba nada, pero es mejor adelante del telón que detrás de él. Me sentía ufana de ser la vecina y la apuntadora de la obra, me tomaron medidas para ajustar el vestido y ya se me quemaban las habas por que llegara el día del estreno, que sería nada más ni nada menos que el 28 de diciembre “Día de los Santos Inocentes”. Pero el destino me tenía preparada una jugada. Seguía teniendo dolor y cada vez más fuerte, cabe decir que mi umbral al dolor es alto, así que bien machota me seguía aguantando, no quería que