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Los camiones de
la Federal
Rabí Hernández Corona
A
mediados de los setenta, no
era lo mismo ser de Manzanillo que ser, por ejemplo, de Salahua, Santiago o Miramar. La
ciudad y puerto, como orgullosamente se ostentaba el casco urbano, tenía límites bien definidos,
fuera de los cuales todos eran
ranchos, excepto Las Brisas, que
era la colonia de los popis. El centro, en cambio, era territorio garrolero,
mientras
que
las
comunidades cuasi rurales eran
zona de cheros. En los primeros
años de nuestra existencia, rara
vez teníamos que tratar con los
miembros de otras etnias, pero la
cosa cambiaba radicalmente al en-
trar a Secundaria.
Sin ánimo de ofender a nadie, al
salir de la Primaria casi todos aspirábamos a entrar a la Secundaria
“Mariano Miranda Fonseca”, que
en ese tiempo todavía era conocida simplemente como La Federal.
Quienes no pasaban el examen ingresaban a las demás opciones: la
Secundaria 3, la recién fundada Federal 2 o la también joven Técnica
Pesquera (que muy pronto nos infligiría tremendas humillaciones
con sus espectaculares y atléticas
tablas gimnásticas en los desfiles
del 20 de noviembre) mientras
otros iban a parar a la Sor Juana,
que si mal no recuerdo, era la úni-
ca secundaria particular en muchos kilómetros a la redonda. Para
no herir susceptibilidades, debo
aclarar que había quienes entraban
a las otras secundaria por decisión
propia, y no por no haber podido
ingresar a la Miranda Fonseca.
El caso es que La Federal se convertía en una zona de confluencia
en la que convivíamos popis, garroleros y cheros. Los primeros
días de clase, cada quien se juntaba
con su propio clan, pero muy
pronto la convivencia diaria hacía
que las diferencias se diluyeran rápidamente, y nos dábamos cuenta
de que todos compartíamos la
misma naturaleza burlona y des-
Como este eran los camiones que nos transportaban, pero completame