puede, a su vez, contribuir a educar a los alumnos emocionalmente, es decir, a desarrollar lo que Goleman (1998) llama “inteligencia emocional”, a saber manejar
positivamente sus emociones.
Para comprender mejor el rol del enfoque afectivo en la enseñanza de idiomas, habría que adentrarse en el paradigma psicopedagógico humanístico, el cual analiza al sujeto como ser activo y reconoce la capacidad del mismo para ser libre,
de sus posibilidades internas, para autocontrolarse, para realizarse y crecer, favoreciendo así la motivación de los alumnos.
Dentro de los métodos de enseñanza de lenguas, el comunicativo aprovecha los principios humanistas para estimular la participación en la comunicación y su implicación en el aprendizaje; y ve la importancia que tiene un entorno de aprendizaje para minimizar la ansiedad y mejorar la confianza personal.
Según Moskowitz (1978), las actividades de aprendizaje con enfoque humanista son aplicables a todo tipo de alumnos y culturas porque responden a unas necesidades que son compartidas por todo ser humano.
Creemos, siguiendo a Rinvolucri (citado por Arnold, 1999:228), que sea cual sea la metodología que se adopte, una actitud humanista será siempre beneficiosa para el aprendizaje. Este tipo de enseñanza contribuye a aumentar la motivación en los niños y a facilitar, por tanto, su aprendizaje. Así, todo profesor,
independientemente de la metodología que adopte, debería tener en cuenta en sus aulas, como un principio básico, lograr la motivación en edades tempranas
para el aprendizaje de un idioma extranjero en nuestras aulas de la educación
primaria, lo que crearía las bases para que el niño se enamore de la lengua por
siempre.
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