Pocos temas son tan difíciles de
tratar a nivel periodístico como la
transexualidad. A la falta de infor-
mación acerca de cómo afrontar
este tema y a los lugares comu-
nes, se une una tarea a veces
compleja: la de comprender que
el sexo no marca nuestra identi-
dad. Y esto no es algo a lo que se
preste la atención que requiere
cuando leemos textos que hablan
de niños en cuerpos de niñas y vi-
ceversa, o de la transexualidad
como una patología, con una pre-
valencia específica y unos “sínto-
mas” asociados. La transexualidad
no es una “enfermedad” o un tras-
torno. Y no es que no lo sea ahora,
es que nunca lo fue, aunque hu-
biera investigaciones o profesio-
nales que así lo manifestaran. La
transexualidad nos habla de una
identidad sexual que no coincide
con el sexo asignado al nacer. Nos
habla, por tanto, de historias tan
complejas como simples que tie-
nen que ver con algo tan antiguo
como la intimidad de las perso-
nas.
LA IDENTIDAD SEXUAL COMIEN-
ZA EN LA INFANCIA
“Con la aparición de la capacidad
de comunicación, llega también la
28
•
mama
capacidad de expresar quiénes
somos y cómo nos sentimos en
función de cómo se dirigen a no-
sotros los demás”. Así explica a
Madresfera Magazine Almudena
Herranz, responsable del área de
Transexualidad e Infancia en Se-
xorum.org y docente del Posgra-
do en Sexología de la Universidad
de Alcalá de Henares, cuándo
empezamos a manifestar nuestra
identidad. Añade que no se trata
sólo de una cuestión de toma de
conciencia de la identidad sexual
per sé sino también del desarrollo
de la capacidad de comunicación:
“El “quiénes somos” y cómo nos
sentimos lo manifestamos muy
temprano en la infancia ya sea a
través de la oralidad o de determi-
nados gestos cuando no tenemos
capacidad de hablar. Los niños y
las niñas lo transmiten a su mane-
ra, aunque nosotros desde nues-
tro universo de adultos no nos de-
mos cuenta de que sus preguntas
y sus gestos tienen que ver con
cómo se sienten”.
Desde Chrysallis, Asociación de
Familias de Menores Transexuales,
definen la identidad sexual como
el “sexo psicológico subconscien-
te sentido como propio por cada
persona y que la autodefine como
hombre o mujer, o en ocasiones
como las dos cosas o como ningu-
na de ellas”. Es decir, las caracte-
rísticas físicas no son las que de-
terminan cuál es nuestra identidad.
Lo determina nuestro cerebro.
En este sentido, la sexóloga Al-
mudena Herranz recuerda que,
aunque para la mayoría de la gen-
te la identidad está asociada a la
• NOVIEMBRE 2018
“La
transexualidad
no es una
“enfermedad”
o un trastorno.
Y no es que
no lo sea ahora,
es que nunca
lo fue”
forma de los genitales, porque en
términos de probabilidad lo que
se “espera” es que un pene se
asocie a una identidad masculina
y una vagina, a una identidad fe-
menina, hay veces en las que los
niños insisten en cosas que no en-
cajan en esta manera “binaria” de
entender el mundo. La cuestión es
que estos niños y niñas viven en
una sociedad que lo hace al revés:
primero mira tus genitales y en
función de ellos imagina la niña o
el niño que debe ser. Y entonces
esa niña o ese niño se pasa toda
su vida luchando por ser quienes
en realidad son”.
LA TRANSEXUALIDAD NO SE
DIAGNOSTICA
Sobre la identidad sexual, tanto al
hablar de niños como de adultos,
no hay cifras. Al menos unas que
cuantifiquen la realidad de una