Madresfera Magazine 17 - Septiembre 2018 | Page 22
contextos muy complejos, con
una victimización brutal a lo lar-
go de toda su vida. El hecho de
estar en un entorno como éste,
paradójicamente, de conten-
ción, con profesionales, facilita
que ejerzan mejor su materni-
dad. El propio entorno es una
contención positiva más que un
problema”, reflexiona Patricia
de Santisteban.
“La institución penitenciaria
ha transformado el ambiente
sensiblemente en los últimos
20 años. El entorno es más
agradable, está adaptado
a los menores, a una
vivencia familiar”
A partir de los seis meses los
hijos de las presas pueden asistir
a una guardería situada, en el
caso de la prisión de Aranjuez,
justo enfrente de los módulos fa-
miliares. Cuando cumplen un
año son derivados a guarderías
públicas del municipio. Un auto-
bús los recoge cada día para lle-
varlos a las escuelas infantiles, un
modo de sacarlos por unas horas
del ambiente carcelario y de ex-
ponerlos a nuevos y más variados
estímulos. “Las madres presas
tienen unos niveles de estrés y de
ansiedad más altos que otras ma-
dres y ese estrés se lo transmiten
a los niños. Por eso, medidas
como sacar a los niños a las guar-
derías externas son tan positivas,
porque los niños salen de esa rue-
da”, argumenta la psicóloga. recurrir a la acogida: “Hay que ha-
cer un trabajo para que la madre
tome conciencia de que el niño va
a estar mejor con una familia de
acogida que con un familiar que
no ofrece garantías”. Tampoco es
fácil la separación cuando los me-
nores van a ser cuidados por un
familiar, ya que la escasez de mó-
dulos para madres provoca que
las familias de éstas muchas ve-
ces vivan a bastante distancia de
las prisiones, lo que dificulta las
visitas y el mantenimiento del
vínculo madre-hijo.
Una vez que cumplen los tres
años, sin embargo, los niños de-
ben abandonar la prisión, ya sea
para vivir bajo el cuidado de un
familiar (si este ofrece las condi-
ciones idóneas para el desarrollo
del menor) o, en su defecto, para
ser tutelados por los servicios so-
ciales. Un momento que, según
Patricia de Santisteban, “se vive
con bastante angustia”, sobre
todo en los casos en que hay que VOLVER A EMPEZAR
Con el fin de evitar esa separa-
ción, y con el objetivo citado por
Francesca Melis de “buscar fór-
mulas para que las internas resi-
dan con sus hijos fuera de los
centros penitenciarios”, se crea-
ron las Unidades Dependientes,
en las que las reclusas viven en un
régimen de semilibertad; y, sobre
todo, las Unidades Externas, un
proyecto que en su momento fue
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mama
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revolucionario en Europa por su
apuesta por la reinserción social,
pero que la llegada de la crisis y
el c ambio de Gobierno con la en-
trada del PP en el mismo congeló
por completo, como nos explica
en la entrevista que completa
este dosier Concepción Yagüe.
Una función similar a la de las
unidades externas es la que jue-
gan los pisos de acogida de fun-
daciones y asociaciones que tra-
bajan con las madres que
cumplen condena. Un ejemplo,
en Madrid, es el de la Fundación
Padre Garralda – Horizontes
Abiertos, que desde los años ’90
trabaja con las madres presas y
que desde hace 20 años puso en
marcha un programa de interven-
ción fuera de prisión que cuenta
con tres pisos de acogida con ca-
pacidad para 41-45 personas en-
tre madres e hijos. Hablamos de
pisos que siguen dependiendo de
la institución penitenciaria, pero
que son externos al centro y que