¿Y por qué un estilo de vida más
ecológico no puede implicar también
al hombre? Insistes una y otra vez en
despreciar nuestro papel en todo esto y
te equivocas. ¡Eres tú quien llevas estas
«teorías» al extremo con ejemplos torticeros! Somos muchos los que intentamos alejarnos de una vida de plástico y
acelerada impuesta desde fuera, y en la
mayor parte de los casos lo hacemos con
un reparto de roles cada vez más equitativo y justo.
El gran engañabobos fue una emancipación de la mujer que nunca llegó a ser tal,
porque os incorporasteis al mercado laboral
sin que vuestra contraparte, nosotros los
hombres, se incorporara al hogar. Y seguíais siendo las responsables de las tareas
domésticas, y de los hijos, y de su crianza. Y
precisamente contra eso, contra esa presión añadida que soportáis tantas mujeres,
es contra lo que intentamos luchar muchos
mientras se termina el sofrito de ese tomate
casero que tanto te disgusta.
«Nuestros primeros años como profesionales son brillantes, pero cuando el reloj biológico comienza a hacer tictac, se acabó puesto
de relumbrón y sueldo espléndido, la maternidad es lo primero. Y lo es, pero tampoco hace
falta inmolarse en su pira. La vida moderna
permite compatibilizar trabajo y familia.»
palabras hirientes no haces sino profundizar en la
culpabilización de las madres.
«El gran engañabobos de estas nuevas conductas neomujeriles es que cuentan con la coartada
de la vida natural y ecológica. ¿En qué momento
las mujeres que tanto luchamos por la igualdad
levantamos la guardia y evitamos ver que, llevadas
al extremo, teorías como estas pueden acabar devolviéndonos a viejos roles femeniles? Una vuelta
a «en casa y con la pata quebrada» y sin que nadie
nos obligue, además.»
¿Ahora sí lo permite? Claro que sí, pero sólo
desde lo que tú entiendes como «trabajo» y
«familia», ¿verdad? Cualquier otro acercamiento
a la vida familiar es necesariamente machista, desde
tu punto de vista. Mientras no seas capaz de entender que hay madres que eligen estar junto a sus hijos,
¡y cada vez más padres!, serás incapaz de acercarte
siquiera a comprender por qué nos gusta comer tarta
casera. Compra una tarta congelada, Carmen Posadas, a nosotros no nos importa. O sí, quién sabe, porque quizá tu actitud egoísta no haga sino contribuir a
que un planeta que también es nuestro envejezca entre islas de plástico, a que las mujeres sigan sintiéndose culpables de elegir y obligadas a justificarse…
Rompe tu burbuja, Carmen; hay vida más allá. ■
JULIO 2016 •
mama
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