6
por sí mismo de las funciones orgánicas, será el amor de Dios; y sin embargo,
¿cuántas veces han experimentado los santos las impresiones delicadas o fuertes,
agradables o dolorosas que este amor produce en los corazones? Lo que hace,
pues, que el corazón sea emblema del amor es la conexión sensible de los
movimientos de aquél con los movimientos de éste; correspondencia tan
estrecha que de estas dos cosas los hombres no hacen más que una sola, por
decirlo así, en el lenguaje ordinario.
Luego, siendo Nuestro Señor Jesucristo el hombre perfecto, en Él mejor que
en ningún otro hombre el Corazón y los sentimientos están en completa armonía:
“Te haré leer en el libro del amor”, decía un día a la Beata Margarita María.
Hablaba de su Corazón. Tolle, legw: “Tomad y leed” Nos dice a nosotros
también... leed aquí mi amor que se alegra, pero sobre todo mi amor que se
duele... las impresiones de disgusto, de terror, de tristeza de mi vida mortal...
Sustraído al presente este Corazón al influjo de las emociones violentas y a los
afectos del dolor, incompatibles con el estado de gloria, no obstante,
permanece sensible a todos los sentimientos, cuya influencia no puede turbar la
perfecta felicidad del cielo... Es, por consiguiente, para nosotros el más dulce
consuelo saber que nuestro amor, nuestros sacrificios y abnegaciones, tienen
acción en el Corazón de Jesús para hacerle latir más suavemente y palpitar con
más amorosa complacencia.”