Luli - papeles en movimiento (n°1) Luli - papeles en movimiento (n°1) | Page 24

Por eso, me considero ch’ ixi, y considero a ésta la traducción más adecuada de la mezcla abigarrada que somos los llamados mestizos. La palabra ch’ ixi tiene diversas connotaciones: es un color producto de la yuxtaposición, en pequeños puntos o manchas, de dos colores opuestos o contrastados: el blanco y el negro, el rojo y el verde, etc. Es ese gris jaspeado resultante de la mezcla imperceptible del blanco y el negro, que se confunden para la percepción sin nunca mezclarse del todo. La noción ch’ ixi, como muchas otras( allqa, ayni) obedece a la idea aymara de algo que es y no es a la vez, es decir, a la lógica del tercero incluido. Un color gris ch’ ixi es blanco y no es blanco a la vez, es blanco y también es negro, su contrario. La piedra ch’ ixi, por ello, esconde en su seno animales míticos como la serpiente, el lagarto, las arañas o el sapo, animales ch’ ixi que pertenecen a tiempos inmemoriales, a jaya mara, aymara. Tiempos de la indiferenciación, cuando los animales hablaban con los humanos. La potencia de lo indiferenciado es que conjuga los opuestos. Así como el allqamari conjuga el blanco y el negro en simétrica perfección, lo ch’ ixi conjuga el mundo indio con su opuesto, sin mezclarse nunca con él. Pero su heterónimo, chhixi, alude a su vez a la idea de mescolanza, de pérdida de sustancia y energía. Se dice chhixi de la leña que se quema muy rápido, de aquello que es blandengue y entremezclado. Corresponde entonces a esa noción de moda de la hibridación cultural“ light”, conformista con la dominación cultural contemporánea.( Rivera Cusicanqui, 2010: 69)
Ch’ ixi, entonces, unidad en la diversidad, diversidad que forma un todo sin que se borren las tensiones y los conflictos. Un término ambiguo, que me sirve para pensar la potencia de la mezcla, y también el peligro del“ cualquier cosa queda bien con cualquier cosa”, esa mezcla que se justifica como posmoderna y se regodea en sí misma.
Y así termina
Quiero terminar con la escena con la que empecé, con una escena de ensayo. Acá las condiciones son duras: tuvimos que hacer malabares para encontrar un horario que nos quedara bien a todos, pasamos por tres espacios de ensayo, cada uno distinto al otro, de modo que la obra se volvió mutante: podía expandirse y comprimirse según el lugar.
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