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Los nueve círculos 37
de entre las cañaveras y nos mostró una minúscula tortuga . Papá le entregó unas monedas y el animalito quedó en nuestro poder , al cuidado de Marian , pero antes de regresar a Granada , ignoro de qué manera , desapareció . En otra ocasión en la que Javier trajo a casa un grillo guardado en una caja de cerillas ocurrió algo parecido : lo veíamos tan quietecito antes de irnos a dormir que supusimos que él también tenía sueño y , al despertarnos a la siguiente mañana , ya no estaba .
El otro viaje importante que realicé en este tiempo fue a Córdoba . La familia de mi madre procedía de aquella hermosa ciudad y fuimos a visitar a unos tíos que eran dueños de un hotel en la calle Asunción . Por supuesto , también me mareé en aquella larga travesía en autobús , pero el conductor , hombre muy simpático , me dio una lección muy simple que me ha servido en lo sucesivo : hay que mirar siempre al frente .
Yo nunca había contemplado tantísimos olivos , ejércitos de aquellos sencillos y benéficos árboles que son el alma de nuestra tierra . Me gustaba esto de ver paisajes y pueblos que iban pasando a nuestro lado como en una película . Claro que en realidad los que pasábamos éramos nosotros . ¡ Nada tan fascinante como el viaje !
Mi tío abuelo Rafael era grueso , muy grueso , pero atildado , con reloj y leontina de plata , aunque cuando lo conocí ya apenas se levantaba de su sillón . En aquel lugar , con las manos sobre la mesa , su traje oscuro y su sombrero de ala ancha , se le iban las horas disponiendo el menú del establecimiento y probando los diversos platos para darles el visto bueno . Si por las tardes íbamos a cualquier sitio , la mezquita y su Patio de los Naranjos , la Fuensanta o el Cristo de los Faroles , exigía que nos preparasen una cesta bien abastada de croquetas , flamenquines , tortillas vino y refrescos , porque « se sabe cuándo se sale , pero no cuándo se va a regresar ».