Los Kape y Luz 2 | Page 10

Leyenda

El árbol de la sal

(leyenda mocoví)

Graciela Repún

Zaira, Ezequiel, Nahuel, Fernando, Máximo, Uma y Kiara

Como el pueblo mocoví bien sabe, Cotaá creó todo lo viviente. Y entre sus maravillas hizo nacer una planta, un helecho. Helecho tan digno y alto que parecía un árbol y al que Cotaá le puso de nombre Mapic.

Mapic fue creado por Cotaá para servir. Su función es alimentar a los hombres.

Los hombres lo comían y se multiplicaban, fuertes. Necesitaban un alimento y el alimento estaba a mano.

Todo podría haber seguido así, tranquilamente, si estuviéramos viviendo en el Paraíso.

Pero estamos en la Tierra. Aquí, naba es fácil.

Especialmente cuando hay a amenazas y enfrentamientos. Y de eso se trata esta leyenda, del eterno

enfrentamiento entre el Bien y el Mal.

Porque si en esta historia aparece Cotaá, que es Dios y que es el Bien, es posible que quiera meter su cola Neepec, que es el Diablo y el Mal.

Neepec vive atareado, intentando destruir la obra de Cotaá y, a veces, lográndolo. No quiere que exista ni una motita de lo que Dios crea.

Y lo que Nepeec odia más de la creación de Cotaá son los hombres. No los puede ver ni en figuritas.

Así que un día se le ocurre que puede destruirlos arrasando con su alimento. Mirando una salina, el diablo tiene una idea sencilla. Busca un cántaro, lo llena con agua salada y riega a Mapic. A todos los brotes de Mapic y a las plantas ya crecidas.

Después se sienta a esperar. Quiere ver los helechos quemados por el salitre.

Quiere ver a los hombres infelices, sin su alimento.

Sin embargo lo que sucede es misterioso y original.

El agua va a las raíces, que la absorben. La sal que arrojó Neepec se mezcla con la savia y las hojas del helecho no se queman, solo toman un sabor salado.

Un sabor nuevo que complace a los hombres, ya que descubren que combinado con otros alimentos, hace más apetitosas sus comidas.

Al ver las consecuencias de su acto, Neepec se va a hacer nuevas maldades, odiando más que nunca. Hay que reconocerlo, el diablo es un trabajador incansable, y siempre encuentra algún lugar donde hacer su obra de mal.

Así se prueba una vez más que las ideas de Neepec, el Mal, son tan sencillas que todos podemos verlas. Sus resultados están a la vista.

Pero las ideas de Cotaá, el Bien, son más complicadas. No siempre se entiende. Toman sinuosos caminos para lograr sus objetivos.

Por eso, todavía nos parece extraño cómo de una adversidad logra sacarse fruto. Y cómo Mapic, un simple helecho no solo no se deja destruir por lo malo que le pasa, sino que además logra aprovecharlo para mejorarse a sí asimismo.