y sacábamos vinos de la cave, y los vinos de la cave eran
de 1920, 1910, y todavía estaban buenos.
El gringo nos ofreció este mundo y el otro, todo. “Entonces ustedes van a Londres”, “claro, ¿cuándo vamos a
Londres?”, “bueno, yo me voy en quince días más y ustedes van a Londres y los recibimos allá”. “Fantástico”.
Llegamos a Londres. Los más grandes restaurantes hindúes. Las botellas de vino corrían, pero así como
agua. Las piezas hindúes, los restaurantes de lujo. Y
todos: “Necesitamos los instrumentos”. Yo andaba con
un abrigo de piel y necesitábamos los instrumentos en
Londres. A mí me dejaban en la sala de los teclados y yo
probaba los teclados, a cada uno, el otro estaba en las
baterías. En la noche íbamos a ver “Evita”, los almuerzos
fabulosos, las comidas fabulosas, todo fabuloso. Hasta
que hacemos la lista de los instrumentos, casi un millón
de dólares, en esa época a lo mejor setecientos mil dólares. Pasamos por París, donde estaba Manduka, porque
Manduka también nos había ganado París, y pasamos
por la casa de Manduka de vuelta a Biarritz, y Manduka
nos dice: “¿oye y dónde van a llevar todo eso? Teléfono:
“aló, Geoff”, se llamaba Geoff Gibas, “Geoff”, “Eduardo
is you?”, “yes, we are in Paris”, el inglés típico chileno,
y “hola, claro, tú sabes que nos dimos cuenta que nos
faltaba algo”, “no”, “sí, verdad”, “¿qué?, dime qué”, “es
que nos falta un camión, claro, porque dónde vamos a
meter el piano y todos los instrumentos”, “ah, tienes razón Eduardo. One truck”, “sí yo creo que con uno”, y
anotaba en la lista: “un camión”.
Lo que nadie sabía era que los gringos creían que
nosotros éramos millonarios. Se equivocaron los gringos,
por primera vez. Siempre nos equivocamos nosotros
Alberto Ledo, Claudio, Pájaro Canzani, Gato,
Gabriel y Eduardo. Fotografía original de archivo Los Jaivas.