Dentro de esta política ofensiva uno de los primeros y más sorprendentes hechos fue la anexión de Texas, en 1845. Los deseos de apropiarse de este territorio se remontan a comienzos del siglo XIX, sobre todo a partir de las compras de la Florida occidental y de la Louisiana. Tras el comienzo de los movimientos independentistas en México, en 1810, la atención sobre Texas aumentó. A partir de los años 20, del siglo XIX, la penetración de colonos fue acompañada de una intensa actividad diplomática cuyo objetivo era la compra de Texas a México. El primero de estos intentos fue realizado en 1825 por John Quincy Adams, quien envió a Joel R. Pinsett como delegado al país vecino. Tal política fue seguida por Jackson, para quien la adquisición de Texas era de capital importancia: se trataba de tomar Texas “pacíficamente, si es posible; por la guerra si ése es nuestro deber”.
La coexistencia pacífica entre los colonos y los mexicanos comenzó a deteriorarse tras la puesta en práctica por el gobierno mexicano de leyes que restringían la inmigración y el asentamiento de nuevos colonos, así como la aplicación de una legislación que gravaba con impuestos las posesiones norteamericanas. Por otra parte, otro factor de intranquilidad entre los colonos norteamericanos fue la abolición de la esclavitud en México en 1829. En todo el proceso, el gobierno norteamericano invocó todos los argumentos imaginables “en un intento de buscar la armonía y la paz de las dos repúblicas” y bajo los cuales subyacía una ideología expansionista y agresiva. La justificación de la anexión según palabras de Jackson era la siguiente:
...sus habitantes harán un esfuerzo para establecer un gobierno libre cuando tengan fuerza suficiente y nos acusará de fomentar este movimiento, aunque todo nuestro poder constitucional se emplee para impedirlo.
Los métodos empleados por los delegados norteamericanos abarcaron toda la gama de sobornos y ofertas al gobierno mexicano, como por ejemplo la concesión de un empréstito, en el cual Texas quedaría como garantía. En 1833, Jackson ordenó a Butler la compra de Texas por 5 millones de dólares.
La ocasión para la intervención norteamericana se presentó con el estallido de la guerra entre Texas y México en 1835, a raíz de la promulgación de una nueva constitución que a juicio de los texanos les privaba de sus libertades. En 1836, Texas era un estado independiente. Ahora más que nunca las miras norteamericanas estaban puestas en Texas. El testimonio del embajador de Estados Unidos en México, en 1842, refleja los intereses y la política trazada desde Washington: