los desastres de la guerra DESASTRES DE LA GUERRA - Goya- | Page 20

siniestro, con uñas de rapaz y vestimenta frailuna, tiene sobre su cabeza un murciélago (símbolo de los monstruos oscurantistas e irracionales de Goya) que mimetiza sus alas con las orejas del fraile. Está escribiendo contra el bien general, en una clarísima alusión al decreto de Fernando VII, de 1815, con el que restauró el absolutismo y derogó los tímidos intentos reformis- tas de José Bonaparte y de la Constitución de Cádiz, creando un estado retrógrado a través de la censura y el terror represivo. Esa plancha, por sí sola, le comprometía seriamente frente a la injusticia fernandina. Por tanto debía de tener sumo cuidado dónde, cuándo y a quién mostrar estampas como ésta. Tal vez ello explique, junto a la propia situación política, que en vida de Goya solamente se conozca la edición dedicada a su amigo Agustín Ceán Bermúdez. Las últimas estampas denominadas «Caprichos enfáticos», contienen un cierto grado de fatalismo, como si el destino final de hombre fuese el de la autodestrucción y donde podemos apreciar las consecuencias indirectas de las contiendas bélicas. Con ello la serie se cierra con un toque de amargura, pues cuando no ha sido una muerte directa y atroz, ha sido la penuria constante la desencadenada. Un fatalismo desencantado y escép- tico nacido de una observación antirromántica, crítica, lúcida, sin vendas, sobre los seres humanos y como traslucen los grabados finales «Murió la Verdad» (79) y «¿Si resucitará?» (80), la gran víctima de la guerra es la Verdad. De todos modos, en la estampa 82 «Esto es lo verdadero», y a modo de epílogo, alumbra un cierto deseo de esperanza en la unión del pueblo campesino, símbolo del trabajo productivo, y la figura de La Verdad. Un canto a la esperanza idealizada en el pueblo unido a la Verdad. Acaba con un símbolo más que con la tozuda realidad. Rompe con la acidez de toda la 22