los desastres de la guerra DESASTRES DE LA GUERRA - Goya- | Page 130
Chinchón en 1808, donde dos soldados franceses murieron y en la represión
siguiente se produjeron escena como la que nos presenta. Un hermano de
Goya era cura allí y pudo referirle el hecho que concuerda con un epígrafe
de una prueba conservada en el Museo of Fine Arts de Boston con el título:
El de Chinchón.
En este museo de los horrores que va siendo el rosario de estam-
pas de los desastres, es tal vez, la más bestial, la más desgarradora, la que
muestra de una manera más descarnada la indefendible regresión de los
humanos en la Guerra.
De nuevo un tronco seco, de nuevo una víctima desnuda y muerta,
pero además mutilada, ensangrentada, ensartada, desgarrada sin piedad
por el culo, atravesado de abajo arriba como un animal. La piedad ha des-
aparecido con el enemigo. Hay que derrotarlo, humillarlo, desvencijarlo,
crear ejemplos de terror para que el miedo se alíe a los vencedores. El resto
de la composición se vuelve casi dulce anécdota frente a la fuerza doloro-
sísima y asqueante de esa imagen. Pocas veces en el arte hemos visto un
dibujo y una composición más visceralmente dolorosa, más materialmente
acusadora, más repulsiva en su fisicidad. Nos duele ese ser, repudiamos su
dolor, su tortuosa situación, su tormento añadido. Nos parece imposible que
podamos engendrar tanta maldad.
Goya da una bofetada al género humano con esta imagen. Sacada
de su con- texto concreto nos interpela a todos y cada uno de nosotros, como
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