Luego de un rato al gigante le dio hambre y pensó que podía ir al reino y buscar algo para comer y robó ¡muchísima! comida y así por muchos días. Mientras, todo el reino hablaba de que su comida desaparecía. Hablando y hablando se pusieron de acuerdo. Dijeron que alguien debería esconderse y mirar a ver si podían encontrar al ladrón de comida. Cuando uno de los ciudadanos se quedó ahí se asombró demasiado al ver al gigante y quedó paralizado del miedo, no supo qué hacer. Al otro día les explicó a los vecinos que el ladrón de comida era un gigante y todos dijeron que el hombre estaba loco y dejaron por la noche a otro señor que le pasó lo mismo y también lo tomaron por loco. Todas las noches se quedaba una persona diferente vigilando y terminaron de comprobar que un gigante robaba su comida y dieron aviso al rey. Durante la noche cuando el rey y la princesa cenaban, el rey le contó a su hija la princesa lo que le dijeron los ciudadanos del reino y la princesa asombrada le dijo: ¿cómo que un gigante? — sí, ahí hay un gigante en el reino y lo vamos a atrapar. Mañana voy a dar órdenes a los soldados para que lo busquen y no vamos a parar hasta atraparlo.