Lo que no sabias Lo que no sabías_TEASER | Page 13

fuerza y taparme un poco más. Hasta bien arriba. Oculté tam- bién las orejas debajo de las sábanas para aislarme del mundo y no enterarme de lo que pudiera haber pasado. Tampoco tenía edad para hacerme cargo de más problemas que los que yo mismo generaba. Por aquel entonces era un niño de tan solo ocho años, que lloraba cuando veía a su madre llorar; que sufría cuando su madre estaba triste, y que se inflaba como un pavo real cada vez que me daba uno de esos abrazos de madre orgu- llosa que solo ella sabía dar. Así que decidí quedarme calladito como un tonto y retomar el sueño. Allí dentro de la cama con el calor todo era un poco más fácil. Me desentendí. Pero, mientras, ella se desplomaba golpeándose con la silla de la cocina. Después cayeron las llaves al suelo, con un estruendo que podría haber despertado hasta a los difuntos que reposaban a doscientos metros de nuestra casa. Y a continuación, cayó su pesado bolso en el que llevaba la fiambrera metálica –con toda seguridad, con un trozo de la empanada preferida de mi padre, la de bacalao con pasas. Má preparaba la masa y el relleno de la receta con la que más disfrutaba mi padre. Pero no todas las madres sabían ha- cerla. Ella sí. Picaba las cebollas y los pimientos en trozos muy menudos, después añadía la enjundia y una copa pequeña de albariño. Cocinaba todo a fuego lento mientras amasaba, con el mandil y la cara salpicados de harina, y cantando siempre la misma canción que había aprendido cuando era una cría: Ollos verdes son traidores, azuis son mentireiros. Os negros e acastañados son firmes e verdadeiros. Na beira, na beira, na beira do mar… 13