Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 60
líos entre AMOS, AMAS, sumisos y sumisas, o quizás porque en los escasos
diálogos con Sapiens, mi inconsciente no albergaba dudas respecto a la forma
correcta de dirigirme a él o, a la inversa, la forma en la que habitualmente un AMO
suele dirigirse a su sumisa. Por cierto: nunca me atreví a comentarlo con EL
MAESTRO.
—Eso es, ¿ves cómo eres mi esclava? —comentaba Sapiens ante mis esfuerzos por
obedecer sus órdenes eróticas.
—Sí, AMO: soy tu esclava, pero no olvides que también soy AMA-zona —dije
en mitad de un sueño que parecía ser un perfecto calco de mis inconscientes
enredos entre AMAS y sumisas.
Antes de que a Sapiens le cupiese la menor duda de que también me gustaba jugar
a ser AMA, tomé la iniciativa y abandoné bruscamente la postura que me mantenía
a cuatro patas o —según decía él— como una perra, para después, con un pequeño
empujón, obligar a AMOSAPIENS a tumbarse. Un segundo más tarde, empecé a
cabalgarlo haciendo caso omiso del calentamiento inicial del paso y el trote, para
mover mis caderas frenéticamente al galope o como la buena amazona que tanto
presumía ser. Mis embestidas fueron apoteósicas y cuando los jadeos de aquel
AMO empezaban a rebasar los decibelios permitidos por cualquier ayuntamiento,
quise ofrecerle el placer añadido de la vista. Para ello, levanté mis piernas y giré la
pelvis enroscada sobre su polla o ese obelisco brillante que parecía el eje de nuestro
mundo. Después seguí cabalgándolo, pero esta vez dándole la espalda para así
poder ofrecerle la perspectiva de cómo mi pelo largo y salvaje se movía al ritmo de
mis caderas, que subían y bajaban por su miembro erecto cada vez a más
velocidad. Una velocidad, por cierto, que aumentaba de intensidad con las
palmadas que Sapiens, ya sin control y como si en vez de una amazona fuese una
yegua a la que había que incentivar para que siguiera el ritmo marcado por la
mano o la fusta del jinete, estampaba en mis nalgas generando golpes dolorosos y
excitantes, secos y a la vez ya más sonoros que nuestros jadeos.
—¡Qué bien follas a tu AMO, puta, qué bien lo follas!
—Gracias, AMO, pero ya no aguanto mucho más. Me voyyyyyyyyyy, AMO, me
voyyyyyy...
—Espera el orgasmo de tu AMO, perra.
—No puedo esperar nada. Me corro, AMO, me corrooooooooo...
—Vamos, perra: dale a tu AMO lo que le pertenece, dale tu placer a tu AMO.