Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 6

tal..., ¿cómo se llamaba?, ¿seré idiota? ¡Pero si lo tengo en la punta de la lengua...! ¿Era...? ¿Cómo era? ¡Ni idea! En fin. ¡Vaya memoria la mía! Soy incapaz de analizar la razón, pero hoy, último viernes de marzo, me he atrevido a llegar hasta este Talgo que, según insinúa el billete, se propone llegar a Oviedo entre la una y media y las dos de la tarde. ¿Será posible? Por mi cabeza acaba de cruzar la idea de que hasta el tren es sádico, ¿o no es sádico elegir las inhumanas e intempestivas ocho de la mañana, para salir de la estación de Chamartín? ¿No es sádico el madrugón, el estrés por la ropa, la maleta, los atascos y esa zozobra nocturna que apenas me ha dejado dormir? En fin, una mala noche la tiene cualquiera, pero a este paso voy a empezar a preocuparme por el tema sueño porque, entre chateos con Amos y sumisas, sádicos, masoquistas y conversaciones con AMOSAPIENS, hace más de un mes que apenas descanso. No sé nada. Bueno, sería más correcto decir casi nada porque al menos sé que esta brillante frase es de Sócrates. Y no, no es que quiera copiar al maestro, es, sencillamente, que no puedo saber quién es esta mujer que debe poner sus posaderas en el vagón 25, asiento 74 con ventana, del Talgo Madrid-Oviedo, al tiempo que en una especie de arrebato literario sonríe pensando que, aunque de lejos y sólo en el sentido más abstracto del término, se parece algo a la protagonista de Las edades de Lulú. Posaderas... ¿Seré necia? ¿Cómo es posible que mis neuronas decidan aterrizar en las posaderas precisamente ahora? ¿Cómo no recordar que en este mes, además de otros regalitos eróticos relacionados con mi trasero, me han dado cientos y cientos de golpes,