Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 5
Capítulo
1
Un viaje hacia la fusta
Si hace menos de un mes, alguien me hubiera dicho que hoy iba a estar en un
tren camino de Oviedo, para ponerme en manos de un desconocido que encontré
en la sala de Amos y sumisas de uno de los cientos de chats que pululan por la red,
habría pensado que estaba drogado, que me estaba poniendo a prueba, que tenía
mucha imaginación o que su aburrida vida erótica le hacía inventar cosas tan
rocambolescas como ávidas de buscar, desesperadamente, la chispa que perdió su
cama tiempo atrás...
Pero lo cierto es que aquí estoy, sin querer o sin poder escapar de mi aventura,
mi perdición, mi secreto, mi curiosidad, mi gloria, mi lujuria o todo a la vez y,
sobre todo, sin poder escapar del juego y la seducción de ese desconocido de
Oviedo que se hace llamar AMOSAPIENS. Y conste que no digo Amosapiens,
AmoSapiens, o ni siquiera AMO-Sapiens, sino AMOSAPIENS, ¡con mayúsculas!
¡Muchas mayúsculas! ¡Todo en mayúsculas! Mayúsculas —según dice— de AMO,
mayúsculas de Dominante, y mayúsculas de Dueño y Señor de las riendas en
materia erótica.
Es inevitable, pero todo lo que hago últimamente, incluyendo sobre todo este
viaje, lo vivo con la extraña sensación de que mi aventura con AMOSAPIENS va a
borrar de un plumazo el camino de vuelta. ¿Estará contribuyendo el avance del
tren a esta sensación de vértigo? Sí, ya sé que es lógico que un tren avance, y por
muy enajenada que haya estado y siga estando, ¡hasta aquí llego! Entre otras cosas,
es normal que el tren avance, primero porque la razón de ser de cualquier tren es,
precisamente, avanzar, y segundo, porque de lo contrario se caerían en un abrir y
cerrar de raíles, Renfe, el Ministerio de Fomento y muchas instituciones y
organismos que, si soy sincera, ahora me importan nada y menos, y menos que
nada.
Quiero decir que cada metro que recorre este gusano de hierro es un metro que
me acerca a un AMO, experto en lo que para él es el arte del BDSM o, en palabras y
expresiones de andar por casa, dominantes y dominados, sádicos y masoquistas,
látigos, cuerdas, esposas, fustas y otros juguetitos con los que, dicho sea de paso,
no sólo no he jugado en mi vida sino que, para más ironía, no los he visto ni de
lejos salvo en algún especial de ese programa de televisión que presentaba una