Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 52
sadomasoquismo.
La necesidad de conectar a través de la sala de Amos y sumisas pasó a un
segundo plano cuando, con sutileza mezclada de una chulería infinita, Sapiens me
dio su dirección del Messenger para que lo agregara y conectara con él cuando
quisiera. Lo cierto es que antes ya se había encargado de darme la dosis necesaria
de información como para hacerme picar y sentir que, justo en lo mejor, se había
cortado una conversación interesante que me había dejado con la miel en los
labios. Lo agregué, claro, y conecté con él diciéndole chulo, fantasma y prepotente
unas cuantas veces:
—No dejas de decirme chulo, fantasma y prepotente, pero lo único que me importa
es que estás aquí —comentó Sapiens ante mi primer asomo de conversación
instantánea por Messenger.
—Bueno, en realidad te he dicho todo esto por la provocación que me hiciste tú.
—¿Qué provocación te hice yo?
—¿Te parece poco asegurar que ibas a domarme y decirme con tonillo de
dogma de fe que yo sería tu sumisa? ¡A mí! ¡A una insumisa!
—¿Ah sí? Y si tan insumisa eres, ¿por qué me agregaste y te conectaste como yo
te ordené?
—¿Ordenar? Jajajajajajajajaja. ¿Ves como eres un chulo? En ningún momento me
lo tomé como una orden, sino como una manera de poder seguir charlando
contigo. ¡Serás chulo!
—Jajajajajajajaja. Los AMOS generalmente somos así. ¿Cómo voy a dominar a la
sumisa que me gusta si no soy un chulo? ¿Cómo le voy a transmitir seguridad y
confianza si no me muestro seguro?
—Pues eso: con «tu sumisa» muéstrate como te dé la gana, pero conmigo, que
además de insumisa, no soy de nadie, no tienes por qué ser chulo.
—Todo lo que dices está por ver, bonita... Todo está por ver...
A poco de empezar a hablar-teclear, Sapiens, o para mí EL MAESTRO —de nuevo
con mayúsculas—, pareció obsesionarse con el hecho de que mi actitud delataba
que era sumisa y aún no lo sabía ni yo. Cuatro conversaciones como aquel que
dice, y ¡zas!, ¿cómo un desconocido se atrevía a decir algo así de mí? Cuando
pensaba que sólo era una táctica para ligar, me excitaba mucho más porque,
entonces, era una guerra de cerebros lo que dominaba nuestros diálogos, una
auténtica medida de las fuerzas del otro salpicada de inteligencia, resistencia,