Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 144

Capítulo 11 Encantados de conocernos Oviedo me ha recibido con un solecillo primaveral, mezclado con un chirimiri refrescante y cálido. Sin duda, el tiempo es de las cosas más relativas que existen, y yo estoy de suerte, porque hace quince días en esta zona se registró uno de los peores temporales del invierno, y por culpa de la nieve estuvieron cerca de una semana con problemas de comunicación, uso de cadenas y carreteras heladas. Si hubiera querido, el taxista a quien he preguntado por el hotel Vetusta podría haber hecho el negocio del día, por ejemplo dándome más vueltas que a una peonza sin que me hubiese enterado nunca, pero el hombre del norte, con una honradez que a veces me cuesta percibir en la capital, me ha dicho que sólo estaba a unos diez minutos andando. Tras agradecerle la información, he optado por ir caminando y empaparme con plenitud del ruido, el olor, la gente, los colores, el ambiente, la casi imperceptible lluvia y el tímido sol que ha salido hoy. El paseo ha valido la pena porque por el camino me he encontrado una lencería con muy buena pinta y, a sólo unos minutos antes de la hora de cerrar, he entrado para comprarme tangas nuevos. Definitivamente, una cosa es que Sapiens me ordenase quitarme las bragas cada dos por tres, y otra muy distinta, ¡haber olvidado mi ropa interior en Madrid! Los nuevos hilos dentales no son de cuero como los del sex shop de ayer, pero me hacen juego con los sujetadores de encaje negro, que sí he traído. Por cierto, me he puesto tan contenta por haber solucionado el espinoso asunto bragas-tangas, que casi me paso de largo el hotel. ¡Ah!, otra cosa: espero que Sapiens no ande merodeando por aquí. Supongo que es listo como para darse cuenta de que necesito estar sola, calmar el estrés de este viaje que sólo por los pelos ha llegado al final, descansar un poco, darme un baño de espuma, arreglarme tranquila antes de una cita a ciegas y coger fuerzas para aguantar la nueva etapa de este Tour BDSM. Aunque me imaginaba un hotel antiguo, histórico y decadente en el casco antiguo, de esos que aún conservan suelos de madera que crujen y altos techos fantasmagóricos, he de decir que éste tiene un aspecto estupendo: luminoso, funcional, diáfano, cómodo... ¡Ah!, por cierto: el número 321 de la habitación me ha parecido una especie de cuenta atrás: ¡Vamos, 3..., preparada, 2..., lista, 1..., y YA! ¿No es de risa?