Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 140
—¡Qué corte! Nunca he ido a un sitio de ésos...
—¡No te preocupes! Cuando llegue el momento te lo explicaré tan bien que te
resultará más fácil que ir a un supermercado.
—¿Sí, eh? ¿Y qué quieres que compre? ¿Un cuarto de azotes, un kilo de
arañazos, doscientos gramos de quemaduras, cien de moratones?
—No sufras antes de tiempo. Te haré una lista y te aseguro que no faltarán
vibradores de uno y dos extremos, dildos y bolas chinas. ¡Ah, y una fusta!
—¡La fusta me asusta! ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!
¡Sex shop! ¿Cómo se me ocurre evadirme con eso, justo cuando el tren está
dejando atrás Palencia? ¡Porque lo del sex shop de ayer sí que tiene tela! Allí,
situado como si tal cosa en todo el centro de Madrid y como para que cualquiera te
vea merodear por los alrededores. Además, de discreto nada de nada: el recinto
está iluminado con un neón rosa que no pasa desapercibido para nadie. Total, que,
hasta que por fin me decidí a entrar, miré a un lado y a otro más veces que una
paranoica que cree que todo el mundo la persigue.
¡Vaya mundo el sex shop! O mejor dicho, ¡vaya submundo! Oscuro, lleno de
hombres solitarios que, desesperadamente, intentan cambiar monedas para ver
desnudarse y masturbarse, a cambio de calderilla, a unas mujeres despampanantes
tras los cristales opacos de unas cabinas tragaperras; claro que también hay grupos
de desmelenadas que se sienten atrevidas cuando compran divertidas objetos
obscenos para una despedida de soltera, o parejas curiosas que, medio escondidas,
hojean unas revistas pornográficas de fotografía y temática de lo más variada:
zoofilia, sumisión, dominación, ataduras, coprofagia, voyeurismo, fetichismo,
etcétera, etcétera.
En fin, creo que también acudí al sex shop porque quería comprarme algún
modelito sadomaso, por si me atrevía llegar hasta el final de la aventura de hoy.
¡Qué mala suerte! Con lo caros que me costaron los tangas de cuero y lo chulos que
eran y voy yo y, ¡zas!, ¡a olvidarlos en el baño en donde anoche me los estuve
probando y mirando en el espejo cientos de veces! De todas formas, tampoco debo
preocuparme mucho, porque ¡para lo que le gustan a Sapiens las bragas!...
En cambio, sí he metido en la maleta el corsé modelo antiguo y de un cuero
fascinante que me encantó. ¡Bufff! Me costó un ojo de la cara, pero no tengo nada
así en mi armario, y creo que la compra valió la pena porque, además, me sienta
mejor que bien. ¡La verdad es que me parece muy favorecedora la ropa BDSM!: con
el color negro que tanto me fascina, la plata entremezclada con el cuero, los tacones
de aguja superelevados, las medias de rejilla y todos los accesorios que adornan y
dan consistencia a esa imagen sexy y agresiva...