Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 115

—Bien, perra, bien: me gusta que mi perra se corra para su amo. —Buffffffffffffffffffffffffff. —¿Qué pasa, zorra? —:....................................................... —Eh, perra: ¿qué pasaaaaaaaaaa? ¿Por qué? ¿No te ha gustado, perra? —Sí. —¿Y qué creías? ¿Que sólo sabía escribir? Recrear aquella paja y atreverme a vivirla en la realidad me gratificó con creces. Y no sólo porque mi orgasmo acababa de ser más verdadero que nunca, sino porque me sentí como si hubiera cumplido con mi conciencia, tras haber aprobado una especie de asignatura pendiente. Después de mi auténtico, pero solitario éxtasis, me di cuenta de tres cosas: primera: lo de arrancar el clítoris, evidentemente era una simple metáfora de mal gusto, aunque no dejaba de mostrar el afán autoritario y posesivo de Sapiens que, quizás como otros sádicos, necesitan saberse propietarios de una de las joyas más valiosas del cuerpo de una mujer. Segunda: Sapiens era un claro ejemplo de aquella obsesión por el placer anal que existe en las relaciones sadomasoquistas, y de la que tanto me había hablado. Tercera: yo seguía siendo muy desobediente respecto a ¿cómo llamarlo?, ¿eterno asunto culo, quizás? Sólo sé que no hubo manera de cumplir las órdenes relativas a ese tema y a otros mandatos de Sapiens, porque seguían resultándome repulsivos cuando los leí en aquel archivo: —Bien, ahora vete acostumbrando a una cosa: cuando limpies tu coño, lo harás siempre con tu mano. —¿Cómo? —Y cuando te hayas limpiado el coño limpiarás tu mano con tu lengua. Limpiarás con tu mano el coño y con tu lengua, tu mano... —¿Perdón? ¿El orgasmo te ha trastornado? No esperarás que cada vez que haga pis... —Jajajajajajajajajajajajajajajaja. No te preocupes, ¡por ahora no! —¿Cómo que por ahora? ¡Qué jodidamente sádico eres! —Sólo cuando te masturbes. Necesito que te vayas acostumbrando al sabor de ciertos fluidos corporales.