Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 7

7 Porque lo amo y sé que él me ama, tengo la certeza de que este amor no nos extraviará por peligrosos caminos sin retorno. Esta experiencia es la que he querido relatar en este libro y para ello cuento, por supuesto, con la aprobación y el aliento de mi Amo. Él ve en esta confesión una nueva prueba que debo superar para hacerme digna del título y del rango que ocupo junto a él. Tuve la revelación al entrar por primera vez en el apartamento de aquel que iba a convertirse en mi Amo y mi amor. Yo, por lo general tan asustadiza, no experimenté miedo alguno al descubrir las disciplinas que colgaban de las vigas y las fotos abiertamente expuestas en la cómoda de sicómoro, toda una provocación que parecía destinada a desafiar a la joven inocente, virgen e ingenua que todavía era yo. Pierre se mostraba atento conmigo y hacía gala de una cortesía que yo jamás había visto en los muchachos de mi edad que me habían rondado hasta entonces. Era un hombre que inspiraba confianza, un hombre cuyo éxito y cuya posición social constituían la mejor garantía de seguridad que entonces podía concebir. Muy impresionada, miraba todos aquellos objetos iniciáticos cuyo uso en su mayoría ignoraba pero de los que no podía apartar los ojos. De repente, mi imaginación me condujo a un universo que me inspiraba una vaga inquietud pese a que aún no había captado del todo sus sutilezas. Era como si aquellos nobles accesorios de cuero, acero o látex pudieran hablar. Evocaban de manera extraña mi más remota infancia y suscitaban la misma angustia, el mismo miedo delicioso que, de niña, experimentaba al volver a casa, donde tal vez me aguardaba algún castigo. Me embargó una mezcla de curiosidad y de desamparo. Lo inesperado es un arma de seducción y, desde luego, no era una casualidad que Pierre quisiera mostrarme sus objetos rituales. Él sabía que, si huyo de algo es de la trivialidad. Todo lo que se sale de lo ordinario reclama mi mirada, 8 me llama la atención y me atrae de forma irresistible. Cuando se ignoran sus peligros y sus deleites, los accesorios de dominación pueden