Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 57

57 la angustia que los atenaza ante la posibilidad de decepcionar alguna vez a aquella a quien han esclavizado. El Amo Patrick y el Ama Ghislaine nos habían invitado a una fiesta y nos recibieron con evidente placer. Yo me alegraba mucho de volver a verlos, pero me abstuve de exteriorizar este sentimiento, tal y como Pierre me había enseñado. En las relaciones sadomasoquistas siempre conviene mantener cierta distancia. Es indudable que, si se quiere preservar cierto misterio, hay que evitar implicarse demasiado en el terreno afectivo con los amos o con los sometidos. He aquí una regla de oro que aplican los más veteranos y que permite que las relaciones prosigan sin dependencias de ninguna clase. Con todo, encontré la forma de expresar mi gratitud a la pareja que nos recibía. En la calle que llevaba al restaurante donde íbamos a cenar, tomé la iniciativa de pedir permiso al Ama Ghislaine para desahogarme allí mismo, junto a la acera, y ella, gratamente sorprendida, me lo concedió. Me agaché, pues, entre dos coches como la perra que quería ser aquella noche y di rienda suelta a esta necesidad fisiológica, con el placer añadido de que me con - templaran en esta postura íntima. Cuando nos disponíamos a entrar en el restaurante, el Amo Patrick, sin darme tiempo a hacer una sola pregunta, me empujó al interior del vestíbulo de un edificio y, al tiempo que me tendía un pequeño radiocasete, me ordenó que escuchara la cinta que había colocado en su interior y siguiera las instrucciones al pie de la letra. Algo trastornada ante la idea de no superar esta prueba inesperada, traté de que mi mirada se cruzara con la de Pierre. ¿Acaso iba a quedarme sola, a solas conmigo misma? No, Pierre no podía hacer eso; no tenía derecho a hacerme eso. Yo no merecía que me dejara sola. ¿Cómo iba a ingeniármelas? «Pierre, quédate conmigo; ¡no me abandones! Sin ti, sabes que ya no soy nada. No me dejes sola, porque no podré hacer nada. No lo conseguiré. Nada es posible sin ti... »