Literatura BDSM La Atadura ( Vanessa Duriés ) | Page 16
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aterradoras durante las cuales mis únicas perspectivas eran el deshonor, tal vez la
muerte. Deliraba. Un hombre se acercó entonces a mí y me habló con suavidad. Sus
murmullos consiguieron tranquilizarme. El Amo Georges se mostró paciente conmigo, y
parecía ansioso por conocer mis experiencias y mis motivaciones. Cuando descubrió que
aquélla era mi iniciación, comprendió mi actitud y me prometió que no se me impondría
castigo alguno.
El Amo Georges me permitió descansar. Hizo que me estirase en una especie de sofá
bajo donde acabé de recobrar la confianza en mí misma y cuando, al cabo de un largo
rato, volvió a buscarme, mis dudas y mis temores se habían casi disipado.
Esta sesión, que marcaba los comienzos de mi iniciación en el sadomasoquismo, no
dejó de tener repercusiones en el humor de Pierre, para quien la perfección más
escrupulosa en el sometimiento y la obediencia que sus esclavas debían mostrar en
cualquier circunstancia re- vestía una gran importancia. Yo sabía que mi Amo tenía
fama de ser inflexible y que, por esa razón, era muy solicitado por los buenos y
auténticos amos experimentados, que siempre se rodean de compañeros duchos en esas
lides.
4 - La amonestación
Yo distaba mucho de haberme mostrado como una perfecta esclava. Me había dejado
llevar por un momento de flaqueza y sin duda él no pensaba perdonármelo. Ahora debía
afrontar una nueva prueba iniciática mucho más dolorosa si cabe: sufrir sus reproches y
las humillaciones que se disponía a discurrir para castigarme. Pierre me llamó putita
inepta, presuntuosa y sin honor. Había faltado a mi palabra. El verme injuriada de ese
modo me ponía enferma. Su cólera era injusta, de la misma manera que mi espantada
era indigna del amor que sentía por él.