Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 92
—Bien, Thérèse, has hecho tu fortuna si te portas como dices.
Después el conde me mostró mi habitación, contigua a la de la condesa, y me hizo observar que el
conjunto de este apartamento, cerrado por unas puertas excelentes y rodeado de dobles rejas en todas sus
aberturas, no dejaba ninguna esperanza de evasión.
—Aquí hay una terraza —prosiguió el señor de Gernande, acompañándome a un pequeño jardín que
estaba a la altura del apartamento—, pero no creo que su altura te dé ganas de medir sus muros. La
condesa puede venir a respirar el aire fresco siempre que quiera, tú la acompañaras... Adiós. Regresé al
lado de mi dueña, y como en un principio las dos nos examinamos sin hablar, en este primer instante la
estudié lo bastante bien como para poder describirla.
La señora de Gernande, con diecinueve años y medio de edad, poseía el más bello talle, el más noble y
más majestuoso que había podido ver; ni uno de sus gestos, ni uno de sus ademanes que no fuera una
gracia, ni una de sus miradas que no fuera un sentimiento. Sus ojos eran de la más bella negrura: aunque
fuera rubia, nada igualaba su expresión; pero una especie de languidez, consecuencia de sus infortunios,
que suavizaba su resplandor, los hacía mil veces más interesantes; tenía la piel muy blanca, y los más
hermosos cabellos, la boca muy pequeña, demasiado quizá, me hubiera sorprendido un poco que le
hubieran encontrado este defecto: era una bonita rosa todavía poco crecida, pero los dientes de una
frescura... ¡los labios de un rosicler!... diríase que el Amor la había coloreado con matices robados a la
diosa de las flores. Su nariz era aquilina, estrecha, ceñida por arriba, y coronada por dos cejas de ébano; la
barbilla perfectamente bonita, un rostro, en una palabra, bellamente ovalado, en cuyo conjunto reinaba
una especie de encanto, de ingenuidad, de candor, que habrían hecho tomar esa cara encantadora, más por
la de un ángel que por la fisonomía de una mortal. Sus brazos, su seno, su trasero eran de un esplendor...
de una redondez capaz de servir de modelo a los artistas; un vello