Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 59
puede dictar en tal caso a unos malvados; que los vea pasar sucesivamente de mis compañeras a mí,
comparar, relacionar, confrontar, discurrir, y sólo obtendrá verosímilmente una débil imagen de lo que
realizaron en estas primeras orgías, muy suaves, sin duda, en comparación con todos los horrores que no
tardaría en experimentar.
—Vamos —dice Severino cuyos deseos prodigiosamente exaltados ya no pueden contenerse, y que en
este horrible estado parece un tigre dispuesto a devorar a su víctima—, que cada uno de nosotros la
someta a su placer favorito.
Y el infame, colocándose en un canapé en la actitud propicia para sus execrables proyectos, haciéndome
sostener por dos de sus frailes, intenta solazarse conmigo de aquella manera criminal y perversa que sólo
nos hace semejarnos al sexo que no poseemos degradando el propio. Pero, o ese impúdico está demasiado
vigorosamente dotado, o la naturaleza se rebela en mí ante la mera sospecha de esos placeres: no consigue
vencer los obstáculos; tan pronto como se presenta, es inmediatamente rechazado... Abre, empuja,
desgarra, todos sus esfuerzos son inútiles; el furor de ese monstruo se dirige contra el altar que sus deseos
no pueden alcanzar; lo golpea, lo pellizca, lo muerde. Nuevas posibilidades nacen del seno de tales
brutalidades; las carnes reblandecidas ceden, el sendero se entreabre, el ariete penetra. Yo lanzo unos
gritos espantosos. La masa entera no tarda en ser engullida, y la culebra, arrojando inmediatamente un
veneno que le arrebata las fuerzas, cede finalmente, llorando de rabia, a los movimientos que yo hago
para soltarme. En toda mi vida no había sufrido tanto.
Se adelanta Clément; está armado con varas; sus pérfidas intenciones estallan en sus ojos:
—Me toca a mí —le dice a Severino—, me toca a mí vengaros, padre mío; me toca a mí corregir a esta
pécora por resistirse a vuestros placeres.
No necesita que nadie me sostenga; uno de sus brazos me rodea y me aprieta contra una de sus rodillas,
de manera que, presionando mi vientre, pone mas al descubierto lo que servirá a sus caprichos. Al
principio tantea sus golpes, parece