Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 54
mis ojos me complazco en contemplar el paisaje que se presenta a mí en la lontananza. En medio de un
bosque, que se extendía a la derecha, creí ver a unas tres o cuatro leguas de mí un pequeño campanario
que se alzaba modestamente en el aire... «¡Amable soledad», me dije, «cómo envidio tu morada! Debes
de ser el asilo de algunas dulces y virtuosas reclusas que sólo se ocupan de Dios... de sus deberes; o de
algunos santos eremitas consagrados únicamente a la religión... Alejados de esta sociedad perniciosa en la
que el crimen vigilando incesantemente en torno de la inocencia la degrada y la aniquila... ¡Ah!, estoy
segura de que todas las virtudes deben habitar ahí, y cuando los crímenes del hombre las exilian de la
superficie de la Tierra, allí, en ese retiro solitario, es donde van a sepultarse en el seno de unos seres
afortunados que las miman y las cultivan día a día.»
Estaba ensimismada en estas reflexiones, cuando una joven de mi edad, que pastoreaba unos corderos en
la planicie, se ofreció de repente a mi vista; la interrogo sobre aquella morada, me dice que lo que veo es
un convento de benedictinos, ocupado por cuatro solitarios cuya religión, continencia y sobriedad nada
iguala. «Una vez por año», me dice la joven, «hay una peregrinación a una Virgen milagrosa, de la que
las personas piadosas obtienen cuanto quieren.» Singularmente conmovida ܈[\