Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 102

—¡Pues sí, Thérèse, pues sí! La prueba de que es algo que puede justificarse es que al acabar de robarte, de maltratarte... (porque te pegué, Thérèse), ¡pues bien!, a veinte pasos de allí, pensando en el estado en que te dejaba, reencontré inmediatamente en esas ideas fuerzas para nuevos ultrajes, que, sin eso, tal vez jamás hubiera hecho. Tú sólo habías perdido una de tus primicias... ya me iba, retrocedí, y te hice perder la otra... ¡Así que es cierto que en determinadas almas la voluptuosidad puede nacer en el seno del crimen! ¿Qué digo? Lo cierto es que sólo el crimen la despierta y determina, y que no existe una sola voluptuosidad en el mundo que no inflame y que no mejore... —¡Oh, señor, qué horror! —¿Acaso no podía cometer otro mayor?... Estuve a punto, te lo confieso; pero estaba convencido de que ibas a quedar reducida a los últimos extremos: esta idea me satisfizo, te abandoné. Dejemos eso, Thérèse, y pasemos al objeto que me ha hecho desear verte. »Este gusto increíble que siento por las dos virginidades de una jovencita no me ha abandonado en absoluto, Thérèse —continuó Saint—Florent ocurre con esto como con todos las restantes extravíos del libertinaje: cuanto más envejeces, más fuerza adquieren; de los antiguos delitos nacen nuevos deseos, y nuevos crímenes de estos deseos. Todo eso carecería de importa