Literatura BDSM Justine o Los Infortunios de La Virtud (Sade) | Page 10

que ya no quedaba nadie en el coche cuando un jinete de la gendarmería, bajando del pescante, recibió en sus brazos de uno de sus compañeros, también situado en el mismo lugar, una joven de veintiséis a veintisiete años, vestida con una mala chambra de india y envuelta hasta las cejas por una gran manteleta de tafetán negro. Estaba maniatada como una criminal, y tan débil, que seguramente habría caído si sus guardianes no la hubieran sostenido. Ante el grito de sorpresa y de horror que suelta la señora de Lorsange, la joven se gira, y deja ver junto al más bello talle del mundo, el rostro más noble, más agradable, más interesante, todos los atractivos en suma más placenteros, hechos mil veces aún más excitantes por la tierna y conmovedora aflicción que la inocencia añade a los rasgos de la belleza. El señor de Corville y su amante no pueden dejar de interesarse por la miserable joven. Se acercan, preguntan a uno de los guardias qué ha hecho la infortunada. —Se la acusa de tres delitos —contesta el jinete—: de asesinato, de robo y de incendio; pero os confieso que mi compañero y yo jamás hemos conducido a un criminal con tanta desgana; es la criatura más dulce, y aparentemente la más honesta. — ¡Ya, ya! —Dijo el señor de Corville—, ¿no podría tratarse de uno de esos errores habituales de los tribunales de segundo orden?... ¿Y dónde se ha cometido el delito? —En una posada a pocas leguas de Lyon; la han juzgado en esta ciudad y, siguiendo la costumbre, la trasladamos a París para la confirmación de su sentencia, ya que volverá a Lyon para ser ejecutada. La señora de Lorsange, que se había acercado y escuchaba este relato, comentó al señor de Corville que desearía enterarse por boca de la propia joven de la historia de sus desdichas, y el señor de Corville, que compartía también el mismo deseo, lo comunicó a los dos guardias presentándose ante ellos. Estos no consideraron