Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 109

—Sí, porque si no nos hubiéramos acostado, tal vez debería llevarte a una sala durante la boda y follarte como un descosido. Ella se echó a reír. —Ahí lo tienes. Él hizo un gesto con la barbilla; le brillaban los ojos. —Puede que aún tenga que hacerlo. —Es… una posibilidad. ¿Pero entiendes lo que te he dicho? —Sí. Estoy de acuerdo con todo, pero déjame que te pregunte a qué conclusión has llegado. Ella tardó un momento en ordenar sus pensamientos mientras jugaba con la copa de vino. —Que sintieras la necesidad de irte unos días; que hayamos tenido que mantener este tipo de conversación reveladora y llegar a un acuerdo sobre cómo vamos a proceder a partir de ahora ilustra precisamente lo que acabo de decir. Si fuéramos Greyson y yo los que estuviéramos hablando ahora, está claro que nuestra relación profesional sería un poco… intensa, como he dicho antes. Mucho más complicada, en definitiva. —¿Estás diciendo que no puedes hacer el amor con alguien sin encariñarte o sentir apego? —Lo que digo es que a veces pasa aunque no queramos. Aunque en parte sintamos que le hemos cogido el tranquillo. Incluso entonces tenemos que andarnos con cuidado… Se quedó callada y se mordió el labio. Había dicho demasiado. O intentaba irse por las ramas o llevaba la conversación un paso más allá hacia una dirección a la que no quería ir. Pero una pequeña parte de ella quería hacerlo. —No dices nada —le espetó algo más a la defensiva de lo que pretendía. —Sí, bueno… Estoy pensando en todo lo que has dicho. Quería pedirle que le contara lo que pensaba, pero en lugar de eso, le dijo: —Bueno, espero que esto sea el fin de la inquisición sobre Greyson. —Ja, ja, ja. No es ninguna inquisición, cielo. Eso lo haría con la ayuda de unos nueve metros de cadena y cera caliente, por lo menos. Se le aceleró el pulso y se le acercó más mientras movía las pestañas, coqueta. —Puede que me guste —dijo, aliviada por el cambio de tema. —Seguro que sí. Te lo prometo. Tengo que volver a llevarte al club pronto. —Eso también me gustaría. Llegó la comida: pasta aromática con trozos de tomate y alcaparras con un chorrito de aceite de oliva. También captó el suave olor de las anchoas cuando se llevó el tenedor a la boca y la probó. —¿Y bien? —preguntó él. Mischa estuvo un ratito masticando, degustando todos los sabores. —Es fresca, ligera y perfecta. Él asintió. La satisfacción era evidente en su rostro, expresión que iluminaba sus facciones a menudo. Era engreído, de eso no había duda, pero tenía algo… Hasta cuando era engreído daba la impresión de que merecía serlo y a ella no le resultaba ofensivo. Solo un hombre como Connor —tan seguro de sí mismo y tan naturalmente poderoso— podía salirse con la suya de esa forma. Terminaron de cenar, se relajaron, estuvieron hablando de películas y arte, de los sitios a los que habían viajado y los lugares a los que les gustaría ir. Japón estaba en lo más alto de sus respectivas listas. Mischa siempre había querido ir a ver cómo tatuaban los maestros japoneses del tatuaje. —Eso me recuerda que tenemos que terminar el tatuaje —comentó ella—. ¿Se está curando bien? —Sí, muy bien, aunque me pica muchísimo.