Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 90

—Sí, empieza a hablar de volver a Las Vegas. Ah, hay alguien más que tiene problemas. No soy la única. Christian aparece en el umbral. —Estás aquí. Creí que te habías marchado. Levanto la mano para indicarle que estoy al teléfono. —Lo siento, mamá, tengo que colgar. Te volveré a llamar pronto. —Muy bien, cariño… Cuídate. ¡Te quiero! —Yo también te quiero, mamá. Cuelgo y observo a Cincuenta, que tuerce el gesto, extrañamente incómodo. —¿Por qué te escondes aquí? —pregunta. —No me escondo. Me desespero. —¿Te desesperas? —Por todo esto, Christian. Hago un gesto vago en dirección a toda esa ropa. —¿Puedo pasar? —Es tu vestidor. Vuelve a poner mala cara y se sienta, con las piernas cruzadas, frente a mí. —Solo son vestidos. Si no te gustan, los devolveré. —Es muy complicado tratar contigo, ¿sabes? Él parpadea y se rasca la barbilla… la barbilla sin afeitar. Mis dedos se mueren por tocarla. —Lo sé. Me estoy esforzando —murmura. —Eres muy difícil. —Tú también, señorita Steele. —¿Por qué haces esto? Abre mucho los ojos y reaparece esa mirada de cautela. —Ya sabes por qué. —No, no lo sé. Se pasa una mano por el pelo. —Eres una mujer frustrante. —Podrías tener a una preciosa sumisa morena. Una que, si le pidieras que saltara, te preguntaría: «¿Desde qué altura?», suponiendo, claro, que tuviera permiso para hablar. Así que, ¿por qué yo, Christian? Simplemente no lo entiendo. Me mira un momento, y no tengo ni idea de qué está pensando. —Tú haces que mire el mundo de forma distinta, Anastasia. No me quieres por mi dinero. Tú me das… esperanza —dice en voz baja. ¿Qué? El señor Críptico ha vuelto. —¿Esperanza de qué? Se encoge de hombros. —De más. —Habla con voz queda y tranquila—. Y tienes razón: estoy