Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 32

carnosos y perfilados, el pelo que le cae deliciosamente sobre la frente. Seguro que este hombre divino no es para mí. Una música suave inunda la parte de atrás del coche, una espectacular pieza orquestal que no conozco, y Taylor se incorpora al escaso tráfico en dirección a la interestatal 5 y a Seattle. Christian se gira para mirarme. —Como iba diciendo, Anastasia, tengo que hacerte una proposición. Miro de reojo a Taylor, nerviosa. —Taylor no te oye —asegura Christian. —¿Cómo? —Taylor —le llama Christian. Taylor no contesta. Vuelve a llamarle, y sigue sin responder. Christian se inclina y le da un golpecito en el hombro. Taylor se quita un tapón del oído que yo no había visto. —¿Sí, señor? —Gracias, Taylor. No pasa nada; sigue escuchando. —Señor. —¿Estás contenta? Está escuchando su iPod. Puccini. Olvida que está presente. Como yo. —¿Tú le has pedido expresamente que lo hiciera? —Sí. Ah. —Vale. ¿Tu propuesta? De repente, Christian adopta una actitud decidida y profesional. Dios… Vamos a negociar un pacto. Yo escucho atentamente. —Primero, deja que te pregunte una cosa. ¿Tú quieres una relación vainilla convencional y sosa, sin sexo pervertido ni nada? Me quedo con la boca abierta . —¿Sexo pervertido? —levanto la voz. —Sexo pervertido. —No puedo creer que hayas dicho eso. Miro nerviosa a Taylor. —Bueno, pues sí. Contesta —dice tranquilamente. Me ruborizo. La diosa que llevo dentro está ahora inclinada de rodillas ante mí, con las manos unidas en un gesto de súplica. —A mí me gusta tu perversión sexual —susurro. —Eso pensaba. Entonces, ¿qué es lo que no te gusta? No poder tocarte. Que disfrutes con mi dolor, los azotes con el cinturón… —La amenaza de un castigo cruel e inusual. —¿Y eso qué quiere decir?