Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 29
tú… tú también. ¿Por qué no usaste la palabra de seguridad, Anastasia?
Su tono ha cambiado, ahora es acusador.
¿Qué? Vaya… cambio de rumbo.
—Contéstame.
—No lo sé. Estaba abrumada. Intenté ser lo que tú querías que fuera, intenté
soportar el dolor, y se me fue de la cabeza. ¿Sabes…?, lo olvidé —susurro,
avergonzada, y encojo los hombros a modo de disculpa.
Quizá podríamos habernos evitado todo este drama.
—¡Lo olvidaste! —me suelta horrorizado, se agarra a los lados de la mesa
y me mira fijamente.
Yo me marchito bajo esa mirada. ¡Maldita sea! Vuelve a estar furioso. La
diosa que llevo dentro también me observa. ¿Ves dónde te has metido tú solita?
—¿Cómo voy a confiar en ti? —dice ahora en voz baja—. ¿Podré confiar
alguna vez?
Llega el camarero con nuestro vino y nosotros seguimos mirándonos, ojos
azules a grises. Ambos llenos de reproches no expresados, mientras el camarero saca
el corcho con innecesaria ceremonia y sirve un poco de vino en la copa de Christian.
Automáticamente, Christian la coge y bebe un sorbo.
—Está bien —dice cortante.
El camarero nos llena las copas con cuidado, deja la botella en la mesa y se
retira a toda prisa. Christian no ha apartado la vista de mí en todo el rato. Yo soy la
primera en rendirme, rompo el contacto visual, levanto mi copa y bebo un buen trago.
Sin saborearlo apenas.
—Lo siento —murmuro.
De pronto me siento estúpida. Le dejé porque creía que éramos
incompatibles, pero ¿me está diciendo que podría haberle parado?
—¿Qué sientes?
—No haber usado la palabra de seguridad.
Él cierra los ojos, parece aliviado.
—Podríamos habernos evitado todo este sufrimiento —musita.
—Parece que tú estás bien.
Más que bien. Pareces tú.
—Las apariencias engañan —dice en voz baja—. Estoy de todo menos
bien. Tengo la sensación de que el sol se ha puesto y no ha salido durante cinco días,
Ana. Vivo en una noche perpetua.
Me quita la respiración oír que lo reconoce. Oh, Dios