Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 252

—Estás de broma… Vaya… ¿Cuándo te dijo eso? —Christian se carcajea, casi sin ganas—. No, no te preocupes. Tú no tienes por qué disculparte. Estoy encantado de que haya una explicación lógica. Me parecía una cantidad de dinero ridículamente pequeña… No tengo la menor duda de que tienes en mente un plan creativo y diabólico para vengarte. Pobre Isaac. —Sonríe—. Bien… Adiós. Cierra el teléfono de golpe y, aunque de pronto su mirada parece cautelosa, curiosamente también se le ve aliviado. —¿Quién era? —pregunto. —¿De verdad quieres saberlo? —inquiere en voz baja. Y esa respuesta me basta para saberlo. Niego con la cabeza y observo por la ventanilla el día gris de Seattle, sintiéndome consternada. ¿Por qué ella es incapaz de dejarle en paz? —Eh… Me coge la mano y me besa los nudillos, uno por uno, y de pronto me chupa el meñique, con fuerza. Después me muerde con suavidad. ¡Dios…! Tiene una línea erótica que comunica directamente con mi entrepierna. Jadeo y, nerviosa, miro de reojo a Taylor y a Sawyer, y después a Christian, que tiene los ojos sombríos y me obsequia con una sonrisa prolongada y sensual. —No te agobies, Anastasia —murmura—. Ella pertenece al pasado. Y me planta un beso en el centro de la palma de la mano que me provoca un cosquilleo por todo el cuerpo, y mi enojo momentáneo queda olvidado. —Buenos días, Ana —saluda Jack mientras me dirijo hacia mi mesa—. Bonito vestido. Me ruborizo. El vestido forma parte de mi nuevo guardarropa, cortesía de mi novio increíblemente rico. Es un traje sin mangas, de lino azul claro y bastante entallado, que llevo con unas sandalias beis de tacón alto. A Christian le gustan los tacones, creo. Sonrío por dentro al pensarlo, pero enseguida recupero una anodina sonrisa profesional destinada a mi jefe. —Buenos días, Jack. Inicio mi jornada pidiendo un mensajero para que lleve a imprimir sus folletos. Él asoma la cabeza por la puerta de su despacho. —Ana, ¿podrías traerme un café, por favor? —Claro. V hacia la cocina y me encuentro con Claire, la recepcionista, que oy también está preparando café. —Hola, Ana —dice alegremente. —Hola, Claire. Charlamos un poco sobre la reunión del fin de semana con su numerosa familia, en la cual disfrutó muchísimo, y yo le cuento que salí a navegar con Christian.