Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 234

—Pero si no me conoces… Frunce el ceño y de pronto parece ahogado y aterrado por la emoción, algo totalmente impropio de Cincuenta. —Te conozco lo suficiente, Christian. Nada de lo que me cuentes sobre ti hará que me asuste y salga huyendo. —Le paso los nudillos por la mejilla suavemente. Su rostro pasa de la angustia a la duda—. Pero si pudieras dejar de presionarme… — suplico. —Lo intento, Anastasia. Pero no podía quedarme quieto y dejar que fueras a Nueva York con ese… canalla. Tiene una reputación espantosa. Ninguna de sus ayudantes ha durado más de tres meses, y nunca se han quedado en la empresa. Yo no quiero eso para ti, cariño. —Suspira—. No quiero que te pase nada. Me aterra la idea de que te hagan daño. No puedo prometerte que no interferiré, no, si creo que puedes salir mal parada. —Hace una pausa y respira hondo—. Yo te quiero, Anastasia. Utilizaré todo el poder que tengo a mi alcance para protegerte. No puedo imaginar la vida sin ti. Madre mía. La diosa que llevo dentro, mi subconsciente y yo miramos boquiabiertas y estupefactas a Cincuenta. Tres palabritas de nada. Mi mundo se paraliza, vacila, y luego empieza a girar sobre un nuevo eje; y yo saboreo el momento mirando sus sinceros y hermosos ojos grises. —Yo también te quiero, Christian. Y le beso, y el beso se intensifica. Taylor, que ha entrado sin que le viéramos, carraspea. Christian se echa hacia atrás, sin dejar de mirarme intensamente. Se pone de pie y me rodea la cintura con el brazo. —¿Sí? —le espeta a Taylor. —La señora Lincoln está subiendo, señor. —¿Qué? Taylor se encoge de hombros a modo de disculpa. Christian respira hondo y sacude la cabeza. —Bueno, esto se pone interesante —masculla. Y me dedica una mueca de resignación. ¡Maldita sea! ¿Por qué no nos dejará en paz esa condenada mujer?