Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 225
Oh, no. Le prometí a Christian que no saldría. Suspiro. No se enterará. Iré
muy rápido.
En recepción, Claire me ofrece su paraguas porque llueve a cántaros. Al
salir por la puerta principal, me envuelvo bien con la chaqueta y echo una mirada
furtiva en ambas direcciones bajo el inmenso paraguas. Todo parece en orden. Ni
rastro de la Chica Fantasma.
Bajo con paso decidido la calle en dirección a la tienda, esperando pasar
inadvertida. Sin embargo, a medida que me voy acercando mayor es la escalofriante
sensación de que me vigilan, y no sé si es mi agudizada paranoia o si es verdad.
Maldita sea. Espero que no se trate de Leila con un arma.
Solo es fruto de tu imaginación, me suelta mi subconsciente. ¿Quién
demonios querría dispararte?
En cuestión de quince minutos, estoy de vuelta… sana y salva, y aliviada.
Creo que la exagerada paranoia y la vigilancia extremadamente protectora de Christian
están empezando a afectarme.
Cuando le llevo el almuerzo, Jack está hablando por teléfono. Levanta la
vista, tapando el auricular.
—Gracias, Ana. Como no vienes conmigo, tendrás que quedarte hasta tarde.
Necesito estos informes. Espero que no tuvieras planes.
Me sonríe afectuosamente y me ruborizo.
—No, no pasa nada —le digo con una sonrisa radiante y el corazón
encogido.
Esto no acabará bien. Christian se pondrá hecho una fiera, seguro.
Cuando vuelvo a mi mesa, decido no decírselo inmediatamente, porque eso
le daría tiempo de sobra para interferir de algún modo. Me siento y me como el
sándwich de ensalada de pollo que me preparó esta mañana la señora Jones. Es
delicioso. Un sándwich exquisito.
Naturalmente, si me fuera a vivir con Christian, ella me prepararía el
almuerzo todos los días de la semana. La idea me produce desasosiego. Yo nunca he
soñado con grandes riquezas ni con todo lo que eso conlleva… solo con el amor.
Encontrar a alguien que me quiera y no intente controlar todos mis movimientos. Suena
el teléfono.
—Despacho de Jack Hyde…
—Me aseguraste que no saldrías —me interrumpe Christian en un tono frío
y duro.
Se me encoge el corazón por enésima vez en el día de hoy. Por favor…
¿Cómo diantres lo ha sabido?
—Jack me envió a comprarle el almuerzo. No podía decir que no. ¿Me
tienes vigilada?
Se me eriza el vello al pensarlo. No me extraña que fuera tan paranoica: