Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 189
piel con piel… su ávida boca en mis pechos y sus largos y diestros dedos
acariciándome, tocándome, amándome. Se mueven sobre mis muslos, sobre mi trasero,
y bajan por mi pierna hasta la rodilla, sin dejar en ningún momento de besarme y
chuparme los pechos.
Me coge por la rodilla, y de pronto me levanta la pierna y se la coloca
alrededor de las caderas, provocándome un gemido, y no la veo, pero siento en la piel
la sonrisa con que reacciona. Rueda sobre la cama, de manera que me quedo a
horcajadas sobre él, y me entrega un envoltorio de aluminio.
Me echo hacia atrás y tomo su miembro en mis manos, y simplemente soy
incapaz de resistirme ante su esplendor. Me inclino y lo beso, lo tomo en mi boca,
enrollo la lengua a su alrededor y chupo con fuerza. Él jadea y flexiona las caderas
para penetrar más a fondo en mi boca.
Mmm… sabe bien. Lo deseo dentro de mí. Vuelvo a incorporarme y le miro
fijamente. Está sin aliento, tiene la boca abierta y me mira intensamente.
Abro rápidamente el envoltorio del preservativo y se lo coloco. Él me
tiende las manos. Le cojo una y, con la otra, me pongo encima de él y, lentamente, le
hago mío.
Él cierra los ojos y su garganta emite un gruñido sordo.
Sentirle en mí… expandiéndose… colmándome… —gimo suavemente—,
es una sensación divina. Coloca sus manos sobre mis caderas y empieza a moverse
arriba y abajo, penetrándome con ímpetu.
Ah… es delicioso.
—Oh, nena —susurra, y de repente se sienta y quedamos frente a frente, y la
sensación es extraordinaria… de plenitud.
Gimo y me aferro a sus antebrazos, y él me sujeta la cabeza con las manos y
me mira a los ojos… intensos y grises, ardientes de deseo.
—Oh, Ana. Cómo me haces sentir —murmura, y me besa con pasión y
anhelo ciego.
Yo le devuelvo los besos, aturdida por la deliciosa sensación de tenerle
hundido en mi interior.
—Oh, te quiero —musito.
Él emite un quejido, como si le doliera oír las palabras que susurro, y rueda
sobre la cama, arrastrándome con él sin romper nuestro preciado contacto, de manera
que quedo debajo de él, y le rodeo la cintura con las piernas.
Christian baja la mirada hacia mí con maravillada adoración, y estoy segura
de reflejar su misma expresión cuando alargo la mano para acariciar su bellísimo
rostro. Empieza a moverse muy despacio, y al hacerlo cierra los ojos y suspira
levemente.
El suave balanceo del barco y la paz y el silencio del camarote, se ven
únicamente interrumpidos por nuestras respiraciones entremezcladas, mientras él se